Nada es lo que parece. La investigación sobre el narcotráfico en México

Publicado en Seguridad Pública

Nada es lo que parece. La investigación sobre el narcotráfico en México

Partiremos esta charla de lo que fue hacer Con la Muerte en el Bolsillo, el libro sobre narcotráfico que publicamos hace algunos meses.

Cómo hacer un libro que no aburriera, que interesara al publico común y corriente, que fuera sólido informativamente y bien escrito.

Y que no por eso pusiéramos en riesgo nuestras vidas.

Hacer el libro fue cruzar información. La que nos daban los testimonios, con los expedientes judiciales y lo que los colegas habían publicado. Fue ir corroborando para llegar a una verdad, que obviamente no es la verdad absoluta.

Trabajar el tema del  narcotráfico en México se ha vuelto una tarea ciclópea para la prensa. Tanto por razones ajenas a los propios periodistas como por las que les incumbe.

No hay fuentes confiables ni fidedignas. La confusión  es permanente: los crímenes incesantes no permiten distinguir bandos ni razones, los cadáveres se amontonan cada día en las páginas y no permiten ver el bosque.


El desconocimiento en muchos casos de la autoridad misma sobre lo que está ocurriendo en la calle hace aún más complejo entenderlo.

El periodista debe lidiar con la información oficial escueta, parcializada y en más de un caso oculta.
El periodista debe lidiar también con la falta de interés en muchos casos de los propios medios o la falta de respaldo a su trabajo de investigación.


Esto hace para el periodista que la cobertura de la información sobre narcotráfico rebase por completo sus mejores capacidades.

La cobertura del narcotráfico se ha convertido en una mera enumeración de cadáveres y acribillados. Una numeralia de la muerte.


El narcotráfico es hoy nota roja. Nota policial.


Es verdad que eso agita y emociona, genera opiniones y llama la atención. Pero creo que puede ser nuestro peor enemigo.


Nos estamos quedando sobre la superficie, o nos hacen quedar en la superficie y no lo comprendemos.

Un grave problema para entender esta orfandad en México es la inexistencia de equipos de investigación en los periódicos o de apoyo de las empresas para que los reporteros estén dedicados exclusivamente a una investigación.


También se debe citar que el problema del narcotráfico no forma parte de las agendas de trabajo a mediano plazo de la mayor parte de las empresas periodísticas, a excepción de las zonas con influencia y peso del crimen organizado.

En los periódicos del Distrito Federal, que tienen mayor impacto con respecto a los de los estados, el narcotráfico se aborda desde la óptica de la información del día, pero no se hacen, en líneas generales, trabajos de indagación a fondo de sus temáticas.

La información que termina por llegar a los lectores es una máscara del problema: hay decenas de muertos y acribillados, totalmente descontextualizados unos de otros. Decomisos, detenciones y pólvora. Y nada más.


Sin embargo, no se llega a informar sobre otros temas que permitirían explicar y deshilvanar qué es y quiénes están en el narcotráfico.

Podemos enumerar algunos de esos temas que arrojarían luz: el consumo de drogas, los dineros que se lavan en operaciones inmobiliarias o bancarias, las relaciones judiciales y políticas, el desinterés social por denunciar, quiénes son las víctimas del narcotráfico –Kapuchinsky escribió que cubrir la guerra era esencialmente para él describir la situación  de niños, mujeres y ancianos--.


El periodismo debería investigar las relaciones con el negocio del futbol, con los sacerdotes que aceptan sus limosnas, las pérdidas para un ciudad que por sus efectos tiene éxodo de inversiones y población o la corrupción en las aduanas, por ejemplo.

La tarea es compleja. No es fácil. Abordar al narcotráfico desde dentro en México es prácticamente imposible. Quien entra en la línea de fuego, en zonas como esta ciudad u otras donde operan los distintos grupos, es como detectar un tumor con metástasis. La vida tiene las horas contadas.

La cobertura de conflictos guerrilleros y hasta guerras parece hasta tema para principiantes si se lo compara con el narcotráfico.


Quien quiera cubrir esos temas podrá acceder tarde o temprano a escuchar la versión de un grupo armado o de la otra parte de un ejércitos en combate.


Pero un periodista no puede intentar acercarse a un narcotraficante para que lo cite en su rancho, su casa, su avión, su empresa o su burdel.


Para hacerlo más gráfico.  Saber qué es el narcotráfico desde dentro es como pretender que alguien reciba con los brazos abiertos las ráfagas de viento de un huracán en el centro de Nueva Orleans.

Sin pretender ser un héroe y aunque fuéramos los más profesionales, el mínimo sentido común que forma parte de nuestro olfato para detectar la información, nos dice que no hay forma de llegar hasta allí.


Una entrevista en prisión es lo máximo que se puede aspirar.


Esto nos lleva a caer en una ley del embudo: existe, para bien o para mal, una única versión, la oficial.


Podemos dudar de ella, desconfiar con persistencia, pero será difícil que si varias muertes en un día sean atribuidas a un gatillero o a un grupo, las podamos refutar.


Aunque sabemos que para eso hay operaciones de contrainteligencia de los grupos para desviar la dirección de una investigación policial.

Nada es lo que parece ser, dicen en la jerga de los agentes de inteligencia. Por eso hay que buscar, rascar, golpear las piedras, hasta acercarnos a la verdad.


Hagamos memoria. El penal de La Palma parecía el más tranquilo del mundo a mediados de 2004. En una oportunidad una de las fuentes que trabajamos para nuestro libro nos comenzó a contar que la PFP traía un desorden en la prisión. Que Osiel Cárdenas hacia negocios con sus celulares, que había logrado hacer negocios con Benjamín Arellano y hasta tenerlo casi bajo su mando.


El problema era que en el Cisen, la PGR y el Ejército lo sabían pero no se podían meter por las luchas al interior del gabinete foxista. Las cabezas de esos organismos no querían ni saber el uno del otro.


En poco tiempo todo se descalabró, comenzaron los crímenes en el penal y hasta Osiel Cárdenas dio una entrevista a una televisora desde su celular, el estado tuvo que intervenir, y comenzó afuera la guerra.


Nada era lo que parecía. La Palma ni estaba tranquila, ni los cárteles estaban paralizados.

En realidad, hay una dictadura de la información aunque nos la venden como democrática.
Todos sabemos lo poco que podemos saber, simplemente porque el origen de la información es uno: una autoridad, ya sea federal, estatal o hasta municipal. Y las organizaciones criminales que responden a sus intereses.

Una periodista colombiana decía hace algunos años en un simposio sobre prensa y narcotráfico en Buenos Aires, que con el narcotráfico hay que lidiar siempre con las fuentes de información ilegal.
Y es  cierto. Nadie da nombre, los informes de inteligencia apenas si pueden ser citados –dependemos del informante benefactor que lo aprueba-, aparecen tips o datos a investigar y que pocas veces llevan a algo, nos tratan de manipular con información parcializada.

Quizá una de las mejores manera de saber qué hacer, como aprender a desentrañar al narcotráfico y sus tentáculos, es ver cómo nos ven ellos a nosotros.


Qué piensa un narcotraficante de los periodistas, les servimos para algo, nos temen, nos respetan al menos, se ríen de nosotros, ni les va ni les viene.


Entrevistamos a uno de ello que fue detenido hace algún tiempo y que la información que ha declarado le ha permitido a las autoridades detener y someter a juicio a varios capos.


Este personaje anónimo, nos dice unas cuantas verdades, algunas son como los gancho al hígado de los mejores tiempos de Julio César Chávez.. Realmente fatales.

--- TESTIMONIO DEL NARCOTRAFICANTE ARREPENTIDO

-    Reflexiones presentadas durante el testimonio:


+ ¿Por qué sólo atacan a reporteros policiacos? ¿Por qué no a los de economía, política o sector social? Porque los reporteros mal llamados de nota roja están solos, nadie más publica sobre el impacto del narcotráfico y la operación de los grupos; sobre la corrupción en los partidos y sectores políticos, por ejemplo.
+ ¿Por qué no hemos investigado más? Por ejemplo las organizaciones de derechos humanos que apoyan a narcotraficantes.
+ ¿Alguien escuchó cuanto le pagan a un sicario? Tres mil dólares mensuales a lo que le suman como bono el gusto por matar y presumirlo. Eso puede costar la vida de un periodista.
+ Las operaciones de contrainteligencia. Simulan escenarios, disfrazan y manipulan información; además censuran y controlan. Todo por miedo y corrupción.
+ Las autoridades desconfían, han descubierto a los periodistas informantes de los narcotraficantes. Esa postura a todos nos coloca en riesgo.
+ Siempre debemos pensar que: Nada es lo que parece.


--- “EL ROMPECABEZAS”


Otras reflexiones para el trabajo periodístico en casos de narcotráfico:


-    Debemos observar y analizar toda la información que se publica, esto nos permitirá armar escenarios, entender los fenómenos que ocurren y así poder explicarlos. De lo contrario seguiremos haciendo la suma de muertos, heridos, decomisos, detenidos, de pérdidas y ganancias, sólo eso.


-    Los informes de inteligencia se los atribuimos a las autoridades, pero desde hace seis años intensificaron su uso los narcotraficantes. Este uso es interno y externo: para elaborar sus estrategias en sus negocios y para manipular a su favor la información
son idénticos a los que elaboran las autoridades.


-    Siembra de información. Esto también era algo que las autoridades acostumbraban hacer y las organizaciones lo hacían eventualmente, hoy día es más común que lo hagan los grupos de narcotraficantes.


-    La lucha de grupos o intereses no sólo se da en la calle con las organizaciones, sino dentro de las instituciones. Si pensamos en no publicar nada que provenga de los grupos o sus representantes, porque eso será contra la otra organización enemiga y eso nos pone en riesgo. Pensemos que hay algo más riesgoso: Los policías, comandantes, subprocuradores, delegados y cualquier otro funcionario es muy posible que sea corrupta y defienda sus intereses, si publicamos información que ellos nos proporciones y nosotros lo consideramos válido por ser el origen una autoridad, lo más grave es que en ese caso no sabemos a qué organización pertenece y para qué nos está dando esos datos. Por eso los documentos, cualquiera que sea su procedencia sólo pueden ser referencias y guías de una investigación, no pueden ser verdades absolutas.




MEDIDAS BÁSICAS DE SEGURIDAD

 

Damos por hecho que adoptamos las medidas básicas de seguridad cuando reporteamos una información y cuando la publicamos. De ser así, qué bueno, aunque no nos volveremos infalibles estaremos administrando el riesgo o los riesgos que corremos y eso es fundamental en nuestro ejercicio.

Pero cuántas veces no hemos escuchado, principalmente en aquellas ciudades en donde, por ejemplo, el robo de autos es común, que una persona vio al ladrón minutos o varios segundos antes de que fuera su víctima, y esa persona siempre dice, después de ocurrido el robo, “yo lo veía sospechoso o intuía algo”. Según los estudiosos, si esas personas hubieran reaccionado a tiempo, le hubieran hecho caso a sus instintos y adoptado medidas básicas de seguridad no se hubieran sumado a las estadísticas de las procuradurías.

No está demás hacer un repaso a esas medidas básicas de seguridad y autoprotección, que organizaciones entrenadas en estos temas ya han explorado y que funcionan cuando trabajamos investigaciones de alto riesgo o en regiones peligrosas:

1-    Establecer un puente de confianza y comunicación estrecho con nuestro editor o jefe de redacción sobre nuestro trabajo.


2-    Si se les asigna o eligen un tema delicado, sólo deben estar enterados de ello su jefe y el director del medio. Sólo ellos deberán saber de los avances que van obteniendo, pero sobre todo de su agenda de trabajo diaria: los horarios y personas con quien se reunirán, incluso los lugares en donde pueden ser localizados.


3-    Es preferible, si el tema es en extremo delicado, que varios reporteros lo investiguen y que salgan acompañados de un reportero gráfico cuando hagan entrevistas o visiten lugares de difícil acceso.


4-    Establecer un horario fijo en donde el editor o jefe de redacción se comuniquen por teléfono con el reportero. Si no se recibe la llamada o se ubica al periodista en un tiempo prudente, encender la señal de alarma.


5-    Llevar un “diario de trabajo” si se trata de un reportaje, para que el editor sepa qué vamos recopilando y hasta los problemas que hemos enfrentado. Este diario se puede llevar también sobre la información que vamos recibiendo y que no podemos publicar en ese momento por no poderla confirmar, porque no es seguro y la fuente nos pide no hacerlo. Pero al paso del tiempo esos datos nos pueden explicar otras cosas, podremos obtener más datos y tendremos la referencia clara sobre quién nos la dio y cuándo. Además los jefes podrán tomarlo como referencia si le pasa algo a su reportero. La idea es dejar rastros claros de lo que estamos haciendo y no sólo nosotros nos quedemos con la información.


6-    Si uno de las fuentes nos cita en algún lugar que no conocemos, es importante ubicarlo en el mapa, saber cuáles son todas las rutas por las que podemos llegar y no aceptar ir en la noche.


7-    Tratar de realizar los encuentros con las fuentes en lugares públicos y de día. Si no es posible por lo reservado que debe ser el contacto con esa persona, entonces establecer un lugar que se ubique en una zona que conozcamos.


8-    Nunca debemos hablarle familiarmente a una fuente. No son nuestros amigos, pero además aquellos que nos vigilen pueden interpretar erróneamente la cercanía con esa persona, incluso la propia fuente.


9-    Siempre recordemos que no somos policías y aunque los oficios se parecen no son lo mismo.


10-    Si vamos en el automóvil, un taxi o transporte público no llevemos los audífonos puestos escuchando música o la grabación de la entrevista; tampoco hablemos por teléfono (aunque hay que traerlo a mano y con los números de auxilio en marcación rápida). Perderemos la oportunidad de detectar el peligro. Es importante voltear constantemente a los lados o mirar por los espejos para detectar movimientos extraños o si existe algún vehículo sospechoso.


11-     Si vamos caminando, no distraernos sino al contrario ser muy observadores, y elijamos la banqueta que nos pone en sentido contrario de la marcha delos vehículos.


12-     Antes de bajarnos del automóvil para llegar a nuestra casa u oficina, cerciorarnos que en las cercanías no hay automóviles sospechosos. Si los detectamos, continuemos la marcha y tratemos de ver las características que tiene y si es posible las placas, hasta cuadras más adelante llamar al medio e informarles.


13-     Muchas veces, cuando traemos “cola” o “sombras” no nos damos cuenta porque son demasiado enredadas. Por ejemplo, las autoridades cuando vigilan no lo hacen en camionetas sin placas o con hombres en las esquinas. Lo hacen disfrazados hasta de taqueros, por eso no hablemos con extraños del trabajo, de nuestras familias o costumbres.


14-     Es más fácil de interceptar un teléfono celular que un teléfono fijo, principalmente los conmutadores. De todas formas no debemos contar nuestra agenda y vida por el teléfono.


15-     Utilizar para nuestro trabajo, los celulares que nos dota la empresa, no los personales.


16-     Sabemos perfectamente que los correos electrónicos son espiados. No es difícil conseguir encriptar el sistema de comunicación interno de un medio informativo, tampoco el obtener los programas de encriptación de datos. Al menos se tardarán un poco más en quitarles ese blindaje.


17-     Los medios de comunicación pueden implementar medidas extra de seguridad: cámaras de vigilancia, grabación de las llamadas que se reciben, identificador de los números telefónicos y, sobre todo, entrenamiento al personal de recepción para que impida el acceso a personas desconocidas, no de datos del personal y sepa qué hacer en caso de emergencia.


18-     Nunca seguir una rutina, ni ustedes ni su familia. Siempre las mismas rutas de traslado, lugares de comida, los horarios, los lugares de diversión, etcétera. Eso es lo peor que pueden hacer. Deben modificar esas cosas todo el tiempo.


19-     Descubrir los puntos débiles en la seguridad de nuestras casas y tratar de atenderlos. Advertir a nuestras familias qué hacer y a quién llamar en caso de emergencia o de que no se reporten en determinado tiempo, para así poder reaccionar cuanto antes.


20-     No dar nuestra dirección a cualquier persona y, mucho menos, nuestros números personales.
21-     Sospechar de cartas y paquetes que no esperemos.


22-     Cualquier amenaza u hostigamiento que se reciba debe ser discutida y analizada con los directivos para establecer la seriedad de ésta y proceder en consecuencia. Generalmente lo más recomendable es hacer la denuncia penal y pública. Dependerá de cada caso.


23-     Si enfrentamos un peligro real, claro y cercano, dejemos la investigación. Ninguna nota vale una vida. Si existe la posibilidad de que sumemos a otros reporteros de confianza o medios informativos del país, entonces hagámoslo.

Al publicar

Pensemos que lo mejor es aminorar los riesgos, porque si en el hipotético caso de que todo nos haya salido muy bien durante la elaboración de un reportaje o una nota difícil, lo duro llegará cuando se publique. Aunque ninguna medida nos hace inmunes, por lo menos en los casos peligrosos podemos aminorar los riesgos de la siguiente manera:

-    No firmar la nota o el reportaje. Lo ideal sería publicarlo en la mayor cantidad de diarios.
-    Que esté respaldado por documentos y fuentes con nombre y apellido.
-    No debe contener calificativos ni juicios de valor de nosotros. Contar los hechos.
-    Grabar todas las entrevistas, aunque pidan que no aparezca su nombre.
-    Cuidar los términos legales que utilizamos
-    No comprar información ni hacer “tratos” con las fuentes
-    Verificar la procedencia de los documentos.
-    Utilizar la mayor cantidad de fuentes de información
-    Sólo incluir en el trabajo temas y detalles de interés público, no aquellos que invadan la intimidad de una persona, salvo cuando esto sea determinante para lo se escribe.
-    Tratar de establecer escenarios sobre las reacciones de los que se denuncia en la información, para en caso de que se considere necesario adoptar las medidas de seguridad a tiempo.

Por: María Idalia Gómez y Darío Fritz
27 – Enero – 2006
Nuevo Laredo, Tamaulipas

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