Yakuza, la mafia japonesa

Publicado en Seguridad Pública

Yakuza, la mafia japonesa

Yakuza en letras japonesas

El crimen organizado en Japón data del siglo XVII, aunque sus orígenes se remontan más atrás, concretamente al período Edo, en el que la figura del samurai estaba bien vista en la sociedad japonesa gracias a su eficacia militar y a los servicios que prestaban a la comunidad en cuanto a seguridad se refería.

Los samuráis estaban a cargo de los señores feudales, actuando como el brazo armado de éstos. Pero cuando el período Edo finalizó, dio paso a la era moderna en el país y los señores feudales empezaron a despedir a los samuráis, quienes pasaron a convertirse en mercenarios ambulantes, conocidos como ronin. Éstos pasaron a organizarse en bandas y a buscar trabajo como protectores de pequeños poblados, en un inicio, a cambio de comida y alojamiento, pero más tarde aumentando sus exigencias y extorsionando a los habitantes.

También por esta época se inició la problemática de las batallas entre bandas de ronin por el control de las mismas zonas y esto dio lugar al surgimiento de los primeros grupos del crimen organizado.

En poco tiempo, estos grupos organizados dominaban los negocios ilegales de Japón, destacando entre sus actividades la del juego ilegal o las apuestas. A los criminales especializados en este sector se les conocía como bakuto.

Hasta finales del siglo XIX no surge el término “yakuza”. Éste era empleado por los bakuto, quienes, entre otros, practicaban un juego de cartas conocido como hanafuda y en el que la peor mano existente consistía en un ocho (ya), un nueve (ku) y un tres (za).

La palabra “yakuza” terminó por ser utilizada por los criminales para nombrarse entre ellos. Etimológicamente, se le supone a esta palabra que al tratarse de la peor mano posible, se designa con ella a una persona que es realmente malvada.

Actualmente, el mafioso, que antes era considerado como un caballero, ha evolucionado con la sociedad y ha pasado a convertirse en un delincuente moderno, de manera que no es más que un vulgar mafioso, perdiendo el lugar especial que ocupaba en la sociedad japonesa por los valores con los que contaba hasta ahora.

Hasta la década de los 50 del siglo XX, los yakuza se limitaban a las actividades referentes al juego y a controlar mercados y ferias, pero cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, ampliaron sus negocios a otros sectores (protección, prostitución, tráfico de armas, mercado negro, etc.) y pasaron a actuar en temas civiles y a ejercer una función de control anticomunismo, pasando a inmiscuirse en la política y la sociedad y volviéndose indispensables para e sector más reaccionario de Japón.

Al poco tiempo, empezaron a resultar molestos para los mismos sectores políticos que los habían empleado en su beneficio, ya que se hicieron evidentes a ojos públicos los lazos entre la política y el hampa, de manera que se instauró la ley antimafia de 1992, para mantener más controlado el crimen organizado del país.

Con esta ley, conocida como Botahio, la Yakuza empieza a verse obligada a ser más discreta y a encontrar otras actividades. Para sortearla situación, la Yakuza ha extendio sus redes a los negocios legales. Curiosamente, uno de los negocios más significativos para la mafia japonesa es el del reciclaje, que supone algo más del 50% de los negocios del hampa.

Ésta combina las empresas legales con las ilegales, ya que de este modo pueden emplear las legales como tapadera de las actividades ilícitas y despistar a las autoridades.

Las personas que se sitúan en las empresas legales o tapaderas son conocidos como “hermanos de negocio” por parte de los yakuza, que se dedican a mantenerse en la sombra.

La complicidad entre el hampa y el mundo de los negocios abarca gran parte de la economía: trabajo temporal en obras públicas (construcción, sector inmobiliario, etc.); ocio; transportes; intervención en conflictos civiles y comerciales; préstamos y deudas; reciclaje; bolsa y otras inversiones; y actividades políticas, asociativas y de tipo periodístico.

Desde los años 60 del siglo XX, muchas empresas de construcción y obras públicas pertenecen a la Yakuza y, aunque desde 1999 se debe firmar un documento para asegurar que no se pertenece a ningún clan para poder hacer las obras, es muy difícil controlar este sector.

La mafia se ocupa también de poner la mano de obra. De hecho, la mayoría de los trabajadores tratan los yakuza porque los salarios que pagan son mayores de lo establecido en los convenios del sector y, por lo tanto, los empresarios también prefieren a los empleados que vienen de parte del hampa nipona, puesto que suelen ser trabajadores más cualificados y porque si no lo hacen les hacen objeto de diversos boicots y las obras acaban demorándose, provocando grandes pérdidas económicas.

El tipo de contratos que realizan los yakuza son de tipo temporal. Además, a cambio de sus “servicios” se llevan una comisión, que oscila entre el 20 y el 30%.

Cabe destacar aquí que ha surgido un nuevo tipo de yaluza, conocido como el keizai, que es el mafioso económico, especializado en el sector inmobiliario, que suelen encargarse de hacer subir los precios del suelo.

También se dedican a otros sectores. Uno de ellos es el periodismo, donde yakuzas o aliados de éstos llaman a las empresas o personajes políticos para exigir que se les pague si no quieren que se publique algún escándalo en el que puedan estar involucrados.

El préstamo ilegal de dinero se ha convertido en una actividad tradicional de la mafia japonesa. En estos casos, los intereses que aplican suelen ir aumentando en un 10% cada diez días que pasan. Para recibir préstamos por parte de la Yakuza acuden tanto particulares como empresas.

Antes de la ley antimafia y hasta principios de los 80, los principales negocios del crimen organizado nipón eran (dentro del grupo de negocios más o menos legales): la mano de obra, la construcción, el sector inmobiliario, los préstamos y las asambleas de accionistas.

Pero tras la Botahio han ido colonizando otros sectores, entre los que se cuenta el de los campos de golf. Se trata de un deporte que en Japón tiene mucha afición pero, por falta de suelo disponible, de pocos campos en los que se pueda jugar, llegando a acumular listas de espera para una partida de hasta uno o dos meses. Lo que hacen los yakuza es echar a los propietarios de sus terrenos para construir allí un campo de golf, que a ellos les proporciona mucho dinero.

Otro de los nuevos negocios en los que se ha introducido la Yakuza es en la organización de fiestas de música tecno, encargándose de llevar a importantes disjokeys y de la “seguridad” del evento.

Algunas familias se han especializado. La prostitución es uno de los negocios que más dinero mueve en Japón. De hecho, existen en este país barrios reservados exclusivamente para este negocio. En este sector, lo que hacen los yakuza es encargarse de proteger a las chicas que ejercen, así como la recaudación de beneficios que obtienen.

El crimen organizado nipón también obtiene beneficios cobrando porcentajes de “chanchullos” ajenos y también algunos de los yakuza tienen sus propios tejemanejes.

En un inicio, se les llamaba bakuto, porque se encargaban exclusivamente de actividades relativas al juego (bakuti) y a los que se encargaban de otros negocios (proxenetismo o mano de obra) se les consideraba como a malos profesionales.

Los yakuza modernos también se dedican al juego, que es una actividad que cuenta con una gran afición en Japón, pero han sabido adaptarse a los tiempos actuales, de manera que ahora lo que hacen es invertir en casinos, habitualmente en los electrónicos. Además, también se aprovechan de las apuestas, ya que, al ser tan aficionados al juego, en este país se apuesta por casi todo.

Las drogas también se han convertido en un buen negocio para los yakuza. Sobre todo, las anfetaminas, ya que es un país en el que se consumen muchas anfetaminas debido al gran ritmo de vida que se ven obligados a seguir.

La droga que llega a Japón se produce básicamente en China y llega a Japón en barcos, contenedores o aviones.

Oficialmente, en el mundo yakuza no hay traficantes de drogas, porque los valores de la organización prohíben el consumo y tráfico de estas sustancias tóxicas, pero cuentan con socios que, sin ser considerados como yakuzas, se encargan de ello. Lo más frecuente es que se trate de miembros de la banda que hayan sido expulsados o que hayan abandonado la organización para dedicarse a traficar. Mientras, los superiores cobran la parte de beneficios que les corresponde y fingen no saber que proviene de una actividad prohibida para ellos.

El 40% de las drogas que entran a Japón son anfetaminas. Le sigue la marihuana, con un 21,8% y en pleno auge en la sociedad nipona. Después se encuentra la cocaína, que cuenta con una proporción del 17,5%. Finalmente, la heroína supone el 7,5% de la droga importada a este país.

La Yakuza también extiende sus redes al tráfico de armas, aunque en este ámbito sí que deben andarse con cuidado las organizaciones, pues está mucho más controlado por la policía que otros sectores.

Hacerse con un permiso de armas supone un complicado y largo proceso en Japón y, por lo tanto, llegar a conseguir un arma es prácticamente imposible.

Los yakuza que se dedican a ello, suelen traficar con pistolas. Las más frecuentes que se encuentran son las Makarov de 9 mm. y las Tokarev de 7,62 por 25 mm. Estas armas llegan sobre todo procedentes de Rusia, siendo los pescadores los principales traficantes de armas.

Al ser tan complicado lograr un arma de fuego en todo el país, la mayoría de las que consiguen entrar se mantienen para uso y posesión de los miembros de los clanes, que suelen intentar contar con un arma por miembro y que habitualmente se reservan para las guerras entre familias o bandas.

El crimen organizado japonés se jacta de tener valores propios, un espíritu caballeresco que cuenta con parte de confucionismo, del código samurai y de otros elementos.

Actualmente, estos valores se están perdiendo. Aunque se mantiene la disciplina, se empiezan a ver los efectos del hedonismo y el cinismo que también ha afectado a este país.

Cada vez se observan más traiciones y golpes bajos en el seno del hampa japonesa, en la que el código de honor ha pasado a ser una mera fachada, ya que en la actualidad no se suele aplicar con sinceridad, como sucede con e tráfico de drogas.

Se supone que la mafia japonesa no sólo cuenta con normas de funcionamiento internas, como el resto de organizaciones criminales mundiales, sino que tiene otras que están encaminadas a lograr que se cuiden las relaciones entre el hampa y el resto de la sociedad nipona.

Pero esta afirmación yakuza resulta bastante hipócrita cuando se observa que el mismo miembro de una organización que un día ayuda a una anciana a cruzar la calle, al otro puede quemar la escalera del edificio en el que habita para coaccionarla y obligarla a marcharse, con la finalidad de quedarse con el piso.

Así las cosas y con los nuevos valores occidentales haciendo mella en los valores tradicionales japoneses, los yakuza oscilan ahora entre la tradición y la modernidad.

Puede que se decanten hacia una “mafialización”, tendiendo a parecerse más a sus colegas italianos o a los grupos de crimen organizados de otros países, aunque también puede que conserven sus peculiaridades culturales y pasen a ser víctimas de su propio anacronismo.

La globalización les ofrece buenas oportunidades: nuevos mercados, facilidad para el blanqueo de dinero, etc. Pero esto les obliga a abrirse al exterior.

Como le sucede a su país, que cada vez se despoja más de sus valores para alinearse a los países occidentales, los yakuza siguen la misma tendencia, así que lo más posible es que mantengan lo que les da fuerza –su estructura, su jerarquía y su disciplina- y se libren de aquellos aspectos que les generan mayores impedimentos –reivindicar su estatus y mantenerse en el punto de mira-.

De esta manera, el crimen organizado japonés pasaría a mantenerse en la sombra, como hacen otros grupos mafiosos, para volverse así más eficaz y peligroso.


Fuente: http://casoabierto.wordpress.com/category/cronica-criminal/

 

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