La violencia y las drogas
La violencia y las drogas
Las Mafias
Es indudable que la comercialización, distribución y mercadeo de las drogas está controlado por las MAFIAS. ¿Qué significa esto? En primer lugar, existen grupos de sujetos que se organizan para delinquir y obtener inconmensurables ganancias. El tipo de organización, como en todas las mafias, es de forma PIRAMIDAL, esto es, que existe en el ápice de la pirámide un elemento llamado CAPO O CARTELUO y en el otro extremo, la base, los vendedores o ASADORES DE CONEJOS. Pasando por los PRODUCTORES, de la materia prima y del producto final; los mayoristas - importadores o PODEROSOS; los transportistas: MULAS O JIBAROS; asesores económicos o CEREBROS, banqueros y financista o LAVANDEROS.
La violencia
En el negocio de las drogas, existe un componente que es inherente a la esencia misma del negocio y que lo diferencian de otros tipos de negocios: LA VIOLENCIA. Es este elemento el que le da vigor y vida a la Mafia, sin la violencia la organización sería débil y fácil de destruir por otras Mafias. Por esta poderosa razón, para que una Mafia pueda tener presencia y gozar de reputación y respeto debe ser ante todo VIOLENTA.
Los CAPOS de la Mafia, deben ser capaces de influir respeto y autoridad dentro y fuera de la organización; pero esto no se logra con palabras, sino con hechos, los cuales deben ser contundentes y certeros. El mejor vocabulario para transmitir estos mensajes es LA CRUELDAD. Por medio de la violencia, un capo le puede decir a otros cuál es su espacio de trabajo, su mercado, su zona de influencia; así como también ejercer autoridad sobre sus sub-alternos.
Pero ¿Qué es la violencia? Es una forma de conducta caracterizada por ser irracional, impulsiva, no reflexiva, bestial, sin piedad ni compasión, está dominada por los centros primarios subcorticales. Como toda conducta está orientada hacia un propósito, en el caso del negocio de las drogas, la violencia se puede canalizar, se puede organizar y, entonces, estaríamos en presencia de la llamada VIOLENCIA ORGANIZADA.
Violencia organizada
¿Cómo se puede canalizar y organizar esta violencia? Primero partiremos de la premisa de que “TODO SER HUMANO TIENE UN COMPONENTE IRRACIONAL Y POR ENDE ES VIOLENTO”, esta violencia natural del hombre se manifiesta cuando es amenazado en su espacio físico o psicológico; es decir, en contra del invasor; es un mecanismo de defensa y de supervivencia. Cuando el ente agresor es superior a la capacidad defensiva, entonces entran en funcionamiento otros mecanismos de defensa que inhiben a la violencia y se produce una conducta adaptativa de sumisión a la situación imperante; si el ente agresor está en igualdad de condiciones al sujeto en cuestión, pueden presentarse dos alternativas dependiendo de la personalidad y el temperamento: o busca una salida negociadora, o se torna violento; pero si el ente agresor es inferior, entonces la violencia es la primera vía para solucionar el problema. De manera que podemos concluir que existen sujetos mucho más violentos que otros, cuya agresividad y violencia está determinada por las condiciones de vida que haya llevado, que por lo general están llenas de frustaciones y adversidades. Esta violencia toma mayor fuerza frente al más debil y al desprotegido.
Es una condición para entrar en la Mafia es tener una personalidad y un temperamento violento, además de ser audaz y temerario, delincuente.
Cuando el carácter vilolento de un sujeto pierde su expresión difusa y se canaliza a través de las acciones que lo orientan hacia el objetivo propuesto, el negocio de las drogas, como tal deberá estar encuadrado dentro de una organización. Esta VIOLENCIA ORGANIZADA deberá contar, además del elemento humano, con otro componente disuasivo que haga la organización poderosa y capaz de comportarse como un ente agresor superior a cualquier oponente y esto se logra a través de las armas, por lo que se convierte en prioridad para la organización el de proveerse del mejor y más efectivo armamento. Esto implica que una Mafia es más fuerte y poderosa mientras mejor armada y equipada se encuentre, lo cual a su vez despierta la suspicacia, la competencia y la rivalidad con otras Mafias, que finalmente terminan en la confrontación de las bandas dentro de las barriadas.
Las víctimas
El balance semanal de muertos, tanto de mafiosos como de víctimas inocentes por las balas perdidas, que atraviesan techos y paredes e impunemente acaban con la vida de cualquier vecino o padre de familia y que al final de cada año suman miles en los fríos números estadísticos que expiden las morgues, sin importar el dolor y la pena de millares de hogares venezolanos que sufren los embates de la violencia incontrolada y descabellada. Si sumamos a esto, otra estadística que no es llevada por los organismos oficiales, pero que se ve a diario en los barrios de Caracas, como son los heridos de balas que quedan lisiados, paralíticos, ciegos, con daño cerebral irreversible o con cualquier deficiencia física de la que nunca recuperaran; sin contar los trastornos psíquicos que esto conlleva, tanto a las víctimas, como a las personas que las rodean.
Pero toda esta tragedia resulta insignificante en comparación con los daños devastadores que ocasionan las drogas en los cientos de miles de consumidores y finalmente en la sociedad. Las Mafias, con todo su poderío, siempre buscan las víctimas más débiles y desprotegidas, que en nuestro caso son: los niños y los jóvenes abandonados, los escolares, los liceistas, los obreros y finalmente, se extienden como un cáncer por todos los estratos de la sociedad, corrompiendo y destruyendo a los individuos que atrapa, así pertenezcan a las máximas autoridades de la sociedad, como lo son: la iglesia, las militares, los educadores, los empresarios. Como una epidemia, ataca sin distingo de clases, ni sexo, ni religiones, ni edades.
El negocio de las drogas
Para que exista un negocio son indispensables dos elementos como mínimo: la oferta y la demanda, por lo general existe una necesidad de algo (la demanda) y alguien produce ese algo para sastifacer esa necesidad (la oferta); pero en el negocio de las drogas primero se produce la oferta y luego se buscan las víctimas, la demanda. ¿Cómo es la búsqueda de estas víctimas? Como lo habíamos señalado, primero se seleccionan los más debiles, los niños, los adolescentes; sin importar si tienen o no recursos económicos; luego se les desafía en su curiosidad, se les chantajea en su valentía acúsandolos de miedosos o de ñeros si no son capaces de consumir la droga. Por sus inexperiencias son presas fáciles de meterlos en malos negocios que los endeudan: sin recursos para honrar las deudas y bajo amenaza de muerte, terminan engranados como mulas en las bandas. Al principio las víctimas reciben las drogas gratis; es decir, mientras se esté asando como conejo, una vez producida la drogadicción, la demanda estará asegurada por muchos años. El drogadicto pierde su condición humana y se aliena a la droga; es decir, que toda su existencia, su pontencialidad, su inteligencia se utilizará en función de la obtención de la droga; pero como nos encontramos con sujetos que no tienen recursos ecónomicos propios, entonces la vía más fácil para obtenerlos es el robo, hurto o atraco. Al principio empiezan robando en su propia casa, luego los a vecinos, a los familiares; roban cualquier cosa, pues en el mercado negro todo tiene algún valor y más aún si es intercambiado por drogas, en donde el jíbaro a su antojo le da un justiprecio a lo que le lleven y que la víctima recibe con sumisa resignación
El malandro
Una vez agotadas las provisiones producto del robo fácil de las personas que les rodean y que no representan ningún riesgo, comienzan a incursionar en el ámbito externo y nos encontramos en la metamórfosis de un malandro, sujeto que por lo general vive en función del robo y de la droga, que generalmente consume las escorias de las drogas por ser más baratas, como lo son: el bazuko, el crack o la piedra; este tipo de drogas tiene un efecto devastador sobre el cerebro del que las consume porque inhibe y destruye los centros corticales y estimula los centros subcorticales; es decir, el sujeto se torna más violento; motivado por el “Sindrome de Abstinencia” o la necesidad fisiológica de la droga, o bajo los efectos de la misma droga, este sujeto es capaz de atracar y matar a cualquiera para proveerse de los recursos que le permitan obtener la droga. De ahí que la violencia y las drogas se interconecten en una espiral cada día más creciente y que mantienen sometidos al resto de la sociedad. Si añadimos a este drama una policía corrupta, entonces estaremos dentro una inseguridad total, lo cual trae como consecuencia que el venezolano, para poder sentirse seguro, tiene que vivir preso dentro de su propia casa rodeado de rejas.
¿Qué hacer?
Este gravísimo problema por sus inmensas proporciones ya dejó de ser un simple problema de la policía, de una Alcaldía o de una barriada; éste es un problema de Estado, del colectivo, de la sociedad venezolana; que cada día se agranda y que nos está arrollando y destruyendo. Es indudable que para combatir ese negocio se debe acabar con la oferta; es decir exterminar a las Mafias. Han existido reacciones en algunas barriadas de linchamientos de malandros o azotes de barrios, como una simple respuesta refleja frente a un estímulo negativo, o un grupo de vecinos que se han encapuchado y han hecho justicia por sus propias manos ajusticiando a un delincuente, o las acciones espasmódicas de la policía haciendo redadas o enfrentamientos. Pero esto no resuelve el problema y ni siquiera lo aminora; entonces, si lo tomamos como un problema de Estado, deberá haber una respuesta de Estado y, en consecuencia, deberá plantearse una política de Estado, una estrategia, un conjunto de leyes que protejan al policía y no al delincuente, un Poder Judicial honesto y poderoso frente a las Mafias, y sobre todo una policía decente con una concepción diferente frente al problema. Es decir, si las mafias y las bandas viven y trabajan las veinticuatro horas del día dentro de los barrios, entonces necesitamos, en lugar de una policía represiva con esquemas militares, crear una policía inteligente que viva y trabaje las veinticuatro horas del día dentro de los barrios. Para ello, debemos reclutar dentro de los propios vecinos quienes hagan labores de inteligencia y dentro de los propios escolares y liceistas, quienes hagan de vigilantes. A su vez, conformar escuadrones de acción rápida, con una buena formación de ataque, capaz de brindar una respuesta eficaz y oportuna a los requerimientos de inteligencia. Por otro lado, desarrollar centros de rehabilitación al drogadicto y brindarles una oportunidad sincera de reinyectarlos dentro de la sociedad.
Por: Ángel Ramón Lima. Psicólogo
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Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/a49816.html
Fuente de imagen: http://www.jornada.unam.mx/2009/10/10/index.php?section=politica&article=012n1pol