Contribución de la botánica a la analgesia y anestesia

Publicado en Química Forense

Contribución de la botánica a la analgesia y anestesia: Aproximación histórica

La búsqueda del placer y la lucha contra el dolor, han sido dos de las preocupaciones más importantes del ser humano desde muy antiguo. Así como el placer, en sus diversas formas de expresión, se ha venido consiguiendo a lo largo de la historia de la humanidad, el dolor, sin embargo, no siempre tuvo, en todas las culturas una misma significación, un mismo trato y una misma forma de combatirlo.

RESUMEN.

Las plantas medicinales han sido uno de los recursos más importantes que han contribuido a sobrellevar la dura tarea del dolor y las enfermedades durante muchos siglos. El conocimiento terapéutico de algunas de estas plantas ha podido llegar hasta nuestros tiempos, se han estudiado y ha pasado a formar parte del arsenal farmacológico actual. Este trabajo rinde culto a los orígenes naturales de una serie de medicamentos básicos en la actualidad para el control del dolor en los humanos, sin los cuales la práctica de una odontología, sencilla, confortable, rápida y curativa no sería posible.

INTRODUCCIÓN:

La búsqueda del placer y la lucha contra el dolor, han sido dos de las preocupaciones más importantes del ser humano desde muy antiguo. Así como el placer, en sus diversas formas de expresión, se ha venido consiguiendo a lo largo de la historia de la humanidad, el dolor, sin embargo, no siempre tuvo, en todas las culturas una misma significación, un mismo trato y una misma forma de combatirlo. Tradicionalmente se consideró a éste durante muchos años como una especie de designio divino que había que llevar con  resignación. Los textos bíblicos son una de las mejores citas bibliográficas que apoyan esta tesis al comentar las conocidas palabras de Dios a Eva cuando fue expulsada del Paraíso: "... y tú parirás a tus hijos con dolor" (Génesis III, 16). El clero en general, consideraba el dolor una cosa divina y no veía con buenos ojos todos los intentos de combatir esta tremenda lacra que han tenido que soportar los humanos y, hasta muy entrado el siglo XIX no dejó de perseguir y menospreciar a científicos, médicos, alquimistas o botánicos, cuando no a condenarlos a la hoguera. Los progresos científicos en este campo fueron muy lentos hasta el punto de que la anestesia para las parturientas sólo empezó a considerarse algo bueno y natural cuando la reina Victoria dio a luz, en 1853, al príncipe Leopoldo bajo los efectos del cloroformo. Los partidarios del cloroformo comentaban, por aquellos años, que Dios fue el primer anestesista de la historia puesto que como el mismo Génesis II, 21 relata: "y Dios sumió a Adán en un profundo sueño y se durmió, y Él le sacó una de sus costillas".

Sin embargo la sabiduría popular, el conocimiento empírico, siempre aportó algunas soluciones caminando y progresando parejo al paso de los años. Y la medicina de las plantas, cuna de todas las medicinas, supuso durante muchos siglos un alivio y una ayuda inestimable para sobrellevar las enfermedades y, cómo no, el dolor, tan habitual en aquellos duros tiempos. La contribución de la botánica fue inestimable durante muchos años, pero además fue la fuente de la cual surgieron muchos de los remedios actuales para el dolor. La botánica y la medicina han caminado de la mano durante muchos años, confundiéndose habitualmente los papeles de sanador, botánico, médico, químico o "brujo". Solamente la entrada del siglo de las luces, el siglo XX, pondría a cada cual en su sitio, definiéndose con claridad cada una de las especialidades de la ciencia y los papeles que cada profesión (basada en una o varas de estas ciencias) debía desempeñar.

LA ANESTESIA LOCAL: COCAINA

Las hojas de coca, un arbusto denominado erythroxilum coca, poseen unos efectos euforizantes conocidos desde muy antiguo por los indios bolivianos y peruanos, habituados a combatir las duras fatigas de desplazarse por los altiplanos andinos. Estos  indios mascaban hojas de coca para combatir el cansancio, el  frío y la falta de oxígeno de las alturas, mezcladas, a veces, con polvo de cal formándose una bola o "mambe" que se pasaban de un lado a otro de la boca (1). Esto les permitía superar el cansancio y el hambre. Los conquistadores importaron estas plantas y sus virtudes, al igual que otros estimulantes más suaves como el café (cafeína) el cacao (teobromina) o el tabaco (nicotina) que se hicieron muy populares, pero por distintas razones a las de la cocaína.

Las primeras referencias a las hojas de coca y sus virtudes estimulantes en los indios del Perú las realizó Pedro Cieza de León, y Nicolás Monardes en 1565 publicó la primera descripción de la coca en Europa. En el año 1854 el Dr. Scherzer trajo a Europa hojas de coca y cinco años después, en 1859 se aisló el principio activo de las hojas del erithroxilum coca, siendo bautizado por su descubridor, un químico llamado Albert Nieman como cocaína (2). Este químico ya apuntó ciertas propiedades anestésicas de la cocaína puesto que comprobó que colocando una gotita sobre la lengua eliminaba el sentido del gusto y del tacto. En los años siguientes se investigaron las propiedades farmacológicas y clínicas de la cocaína, publicando Sidmund Freud, el que luego sería el famoso padre del psicoanálisis y su compañero médico recién graduado en la Facultad de Medicina de Viena, Carl Koller, un tratado titulado "uber coca" (sobre la cocaína). Según estos autores la cocaína tenía efectos beneficiosos contra  los trastornos gástricos, el asma y como afrodisíaco. Además concluyeron que era buena para tratar la adición a los derivados de la morfina. Freud no sólo se equivocó en esta última afirmación, sino que acabó cocainómano y se cree que su famosa teoría del psicoanálisis, elaborada entre los años 1883-95 fue desarrollada bajo los efectos de esta droga. Recientemente se ha publicado una nueva edición del famoso libro "uber  coca" que hace referencia a los trabajos de Freud sobre la cocaína, y la estrecha relación de este personaje con la droga (2).

Carl Koller, amigo y compañero de investigaciones de Sigmund, continuó con las investigaciones de la cocaína a petición de éste, que se fue de viaje a París, reclamado  por su novia. Trabajando en su laboratorio, un colega, el Dr. Engel chupó un lápiz, sin querer, manchado con polvo blanco de cocaína y le dijo que tenía dormida la punta de la lengua. Koller pensó que podría anestesiar también el ojo, y mientras realizaba sus años de residencia en oftalmología, demostró los efectos anestésicos en los ojos de los perros y conejos. De tal forma que el 11 de Septiembre de 1884 realizó la primera operación de glaucoma utilizando la cocaína como anestésico local, siendo comunicado a la Comunidad Científica el 15 de Septiembre en Heildelberg. Con lo años, llegó a ser un eminente oftalmólogo de Mount Sina Hospital y su trabajo fue reconocido llegando a considerarle como "el padre de la anestesia local" (3,4).

Casi simultáneamente, en Noviembre de 1884 un cirujano de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, William Halsted fue el primero que realizó un bloqueo anestésico del nervio dentario utilizando cocaína al 4%. Su paciente fue un médico asistente suyo llamado Richark Jonh Hall. Ambos trabajaron ampliamente con la cocaína, especialmente el Dr. Halsted que llegó a ser un renombrado Profesor de Cirugía en Estado Unidos y ambos, como le ocurrió a Freud acabaron adictos ala cocaína (5,6,7).

La cocaína como anestésico local no era una maravilla, puesto que poseía muchos efectos indeseables y su uso se abandonó cuando en 1904, Alfred Einharm descubrió el primer anestésico local sintético, la procaína, que copiaba lo que la naturaleza, la cultura andina y la medicina de las plantas nos había regalado desde la noche de los tiempos. A la procaína, fármaco muy relacionado con problemas alérgicos, le fueron sustituyendo otros derivados, más potentes y selectivos como la tetracaína o la lidocaína. Sin estos anestésicos derivados de la cocaína, sería imposible la práctica de la odontología actual.

LA ANALGESIA

Cuando nos referimos a la anestesia, hablamos de conseguir neutralizar las terminaciones nerviosas sensibles, con el fin, generalmente terapéutico, de evitar hacer daño. En cambio la analgesia no es preventiva sino curativa, es decir combatir el dolor cuando ya se ha instaurado. Ambas, analgesia y anestesia intentan la misma cosa, disminuir o rebajar el sufrimiento humano. La contribución de la botánica, en este sentido, es amplia y se conocen muchos ejemplos de plantas medicinales que han servido durante años a los hombres y de las cuales luego se ha extraído alguno de los medicamentos de mayor utilidad como puede ser la morfina o el ácido acetil salicílico, que han sido los que por derecho propio y muy diversas circunstancias han llegado a ser más reconocidos como analgésicos. La historia de ambos, así como de otros principios activos, menos conocidos, contenidos en el beleño, la mandrágora o la belladona, , son apasionantes y recogen los fuertes intentos de los humanos por controlar el dolor, y entre ellos, como uno de los más importantes, el dolor dental.

EL OPIO, LA MORFINA Y LA HEROÍNA

El opio, que se extrae del látex del fruto verde de la papaver somníferum, una de las papaveráceas emparentadas con la frágil amapola de nuestros campos (papaver rhoeas), es el origen de uno de los analgésicos más potentes que existe: la morfina. El opio es conocido desde muy antiguo en las culturas asiáticas, ha servido durante muchos años como analgésico y su importancia como medicamento y como droga ha sido tal que inspiró la llamada guerra del opio, entre ingleses y chinos que pugnaban por el control del mercado comercial de esta planta y acabó con la cesión por parte de los chinos del puerto de Hong Kong (2). Ya en el siglo XII se conocía la llamada "esponja soporífera" que estaba compuesta a partes iguales por opio, beleño y mandrágora, molidos y macerados en agua. Sin embargo, fue Paracelso, médico y alquimista del siglo XVI, el primero en asimilar las prácticas hechiceriles del medievo y utilizar el agua de láudano, de su invención, a base de opio para curar. Desde los tiempos de este autor, la mayoría de tratados farmacéuticos de la época incluyen entre sus preparados el láudano, preparado de muy diversas maneras, pero siempre conteniendo opio. Así, por ejemplo, en un libro denominado "Palestra Pharmaceutica Chimico-Galenica, de D. Félix Palacios en 1706, (8) se describen, para el tratamiento de diversos dolores, preparados, siempre a base de extracto de opio: laudanum opiatum minus, laudano opiato cidoniano, laudano opiato, urinarium, etc. Uno de los personajes que generalizó los usos de opio fue,  el que sin duda se ha considerado como uno de los más importantes médicos ingleses de todos los tiempos: Thomas Sydenham. Popularizó el láudano que lleva su nombre y que consideraba como el medicamento imprescindible para todo buen médico. Se confeccionaba diluyendo opio en vino de Málaga, con azafrán, polvo de canela  y clavo. Tal fue su uso y su popularidad que a las fórmulas preparadas, a pesar de que no contuvieran opio se las denominaba genéricamente, y así aparece en los libros de la época, opiatas (9,10). Cualquier libro de medicina de la época recoge entre sus fórmulas magistrales diversos preparados a base de opio y así, por ejemplo en un compendio de terapéutica general, materia médica y arte de recetar del Dr. José Alonso y Rodríguez, en el año 1873 (11) se describe detalladamente como se formula el vino de opio o laúdano de Sidenham. 25 gramos de opio, 29 gr. de azafrán, 4 gr. de canela, 4 gr. de clavo de especia y 518 cc. de vino blanco superior: "Redúzcase a polvo grueso las sustancias sólidas; póngase en maceración con el vino por espacio de un mes en una vasija de vidrio tapada, agitándola alguna vez; pásese el líquido por un lienzo con expresión del residuo; échese en un frasco de vidrio; sustráigase por decantación y consérvese en frascos de tapón esmerilado".

Cualquier tratado del siglo XIX ensalzaba las propiedades del opio como calmante de dolores y según decía el Dr. Máximo Antonio Blasco y Jorro en su Compendio de Materia Médica en el año 1815 (13) "el opio se ha tenido por un poderoso remedio sedativo o calmante, habiendo observado que calma el dolor, la irritación, las convulsiones, al mismo tiempo que se le creía estimulante, corroborante ó sea cardiaco, siendo los efectos sedativos las consecuencia de haber quitado la debilidad de que procedían" (fig. 1).

Sin embargo, no siempre el dolor, especialmente el dental,  se trató de forma racional. En un libro de 1731: Secretos médicos y quirúrgicos del doctor Juan Curbo Semmedo (13) se puede leer en el apartado referente al tratamiento del dolor de dientes: "Esfregar el diente doloroso con el diente de una calavera, quita el dolor por cierta cualidad oculta; y si esta diligencia se hiciese con un diente que cae a alguna persona, de sola vejez, obrará por modo de encanto su efecto (fig 2).

En 1808 se descubrió el principal integrante del opio, al cual se le llamó morfina (nombre que deriva de Morfeo, dios del sueño de la mitología) y, con los amplios usos que como hemos visto se dispensaba al opio, no tardaron en producirse gran cantidad de adictos a la droga, entre los que se citan a ilustres personajes como W.S. Halsted, un importante cirujano americano de su tiempo (descubridor de los efectos de la cocaína sobre las terminaciones nerviosas y que como ya hemos visto se hizo morfinómano para combatir su adicción con cocaína) Wagner o Bismarck. Tal era el grado de dependencia que se observaba en la gente que se intentó sintetizar una droga igual de efectiva, pero sin los efectos de la dependencia: la diacetilmorfina. Se la denominó heroína puesto que iba salvar de la dependencia a muchos infelices y corría el año 1898 cuando se comercializó ampliamente siendo dispensada libremente en las farmacias. Los años y la experiencia demostraron con fuerza que esta nueva droga era mejor, más potente, pero abocaba a una dependencia, si cabe, más feroz todavía que la morfina (1).

A lo largo del siglo XIX es habitual encontrar, ¡como no! al opio en preparados calmantes para el dolor de muelas. En un delicioso libro de 1846 del Dr. Antonio Rotondo, Cirujano dentista, titulado: "Tratado completo de la extracción de los dientes, muelas y raigones, y modo de limpiar la dentadura (10) se describen las preparaciones más comunes en la época para el dolor de muelas, ya sea en forma de gotas, misturas, esencia o pasta calmante para enjuagar o colocar en el interior de agujero de la muela, y confeccionados, todos, a base de opio (fig. 3, Tabla 1).

Hoy en día la morfina y sus analgésicos derivados son de uso estrictamente hospitalario, se dispensan con recetas especiales de estupefacientes, y nos han quedado algunos derivados de uso analgésico en odontología, como son la codeína que se presenta, comúnmente, asociada al paracetamol. Una vez más desde una especie botánica, el papaver somníferum o adormidera y a través de su utilización, más o menos adecuada durante años, se ha llegado a elaborar uno de los mejores analgésicos.

LAS SOLANÁCEAS.

Las solanáceas con un grupo de plantas originarias, de Europa unas e importadas otras, que contienen importantes alcaloides, similares entre ellos, como son la hiosciamina, similares entre ellos, como son la hiosciamina, la escopolamina o la atropina. Este grupo de plantas contiene dignas especies como la patata (Solanum tuberosum), el tomate (Solanum licopersycum),  el tabaco (Nicotiana tabacum) o el pimiento (Capsicum annuum) (14) y otras calificadas por Dioscórides (15) como tenebrosas: el beleño negro (Hyoysciamos albus), la mandrágora (Mandrágora autumnalis), la belladona (Atropa belladona) y el estramonio (Datura stramonium). El calificativo de "trenebrosas" se debe a su gran toxicidad y la extensa tradición de uso para prácticas brujeriles.

Todas ellas se han utilizado de una forma u otra para calmar los dolores, especialmente el beleño (fig. 4 y 5) que se usaba como calmante del dolor de muelas puesto que su semilla se asemeja a una muela careada (16). Se utilizaba quemando semillas y aspirando el humo rico en escopolamina. Su toxicidad era alta hasta el punto que en lengua castellana ha quedado plasmado el término embeleñarse como sinónimo de envenenarse. Su fama le viene dada porque se utilizaba un ungüento a base de beleño en las prácticas brujeriles. De tal forma que este ungüento se colocaba en la punta de las escobas para que fuera aplicado y absorbido via mucosa (no precisamente oral). La absorción mucosa es rápida y provoca una serie de manifestaciones entre las que se encuentra la sensación de ligereza e ingravidez, asociado a fuertes alucinaciones que hacía crecer a estas mujeres que eran poseídas por el diablo (17). La intoxicación por estas drogas provocaba fuertes cuadros de excitación y depresión psicomotriz, visión borrosa, hipertermia, taquicardia y vómitos, estimándose la dosis mortal en unos 100 mg. Esta es la razón por la que los "vuelos" o "viajes" de las brujas se representan siempre mediante una escoba, ya que era el instrumento de aplicación de la droga, que no el medio de transporte. Y este cuadro clínico de intoxicación por parasimpaticolíticos, explica perfectamente lo que en aquellos oscuros años se catalogaba como una mera posesión diabólica (17,18,19).

Una de las solanáceas más nombradas en los tratados sobre plantas medicinales es la mandrágora (fig. 6). una planta sobre la que circularon gran cantidad de historias y bulos sobre  sus propiedades, usos y virtudes, así como de sus métodos de recolección.

Como la parte más útil era la raíz, está practicamente extinguida. Lo único cierto es que es una planta rica en alcaloides y que por tanto presenta las propiedades de éstos, y se ha utilizado para adormecer, sedar o narcotizar a las personas para calmar los dolores. Junto a esta planta, la belladona y el estramonio también ejercieron similares efectos calmantes y vienen recogidas frecuentemente en los tratados como muy tóxicas e incluso utilizadas como sofisticados venenos en las novelas policíacas (18,20).

Curiosamente una planta incluida entre este grupo, la guindilla o pimiento (capsicum annumm), que se ha utilizado para el dolor de muelas simplemente intruduciéndolo en polvo en el orificio de la caries (21), se está utilizando hoy en día en el tratamiento de los dolores ATM en forma de pomada de capsaicina (Capsidol). El poder picante de la capsaicina de los pimientos, era y es capaz de neutralizar las terminaciones nerviosas que transportan la sensibilidad fina dolorosa, bloqueando la vía nerviosa que lleva la sensibilidad más grosera (fibras mielínicas más gruesas y de mayor velocidad de transmisión). Es lo que se denomina la teoría de la puerta de entrada y viene muy bien recogido en el libro de anestesia oral del Prof. Peñarrocha (22). Así pues, de todas estas plantas, intensamente citadas con propiedades analgésicas o narcotizantes, nos ha quedado en la actualidad un producto farmacéutico de extraordinaria importancia como es la atropina. Es el alcaloide más utilizado, por la medicina actual, de este grupo que hemos visto en el que incluímos la escopolamina y la hiosciamina. Su utilización en determinados cuadros vaso-vagales, con hipotensión y bradicardia, tan frecuentes en los gabinetes dentales,  puede ser de gran utilidad, puesto que actuan, de forma genérica y a la dosis adecuadas como parasimpaticolíticos reduciendo el tono vagal y favoreciendo la conducción aurículo-ventricular. La atropina además reduce el tono muscular liso y tiene importantes efectos antieméticos (19).

ACIDO ACETIL SALICÍLICO.

Si existe un analgésico conocido en todo el mundo, que mejores resultadso haya dado y que más dividendos haya proporcionado a sus comercializadores, éste es, sin duda, la aspirina. Su origen se encuentra en la naturaleza, en las plantas. En concreto, el ácido salicílico está presente en una planta denominada la reina de los prados, de la familia de las rosáceas: spirea ulmaria, también reconocida por filepéndula ulmaria. El nombre de aspirina deriva de esta acepción botánica. Según Font (15) esta planta no debió ser conocida por los antiguos y su utilización sería relativamente acutal. La otra fuente natural del ácido salicílico es la corteza de sauce (salix alba). Según algunos autores (17) los primeros usos de la corteza de sauce debieron realizarse siguiendo la "teoría de las señales": teoría mediante la cual una planta con hojas en forma de hígado (hepatica nobilis) sería hojas en forma de hígado (hepatica nobilis) sería buena para las afecciones de este órgano, con forma de parénquima pulmonar ( pulmonaria officinalis) para las del pulmón, o una planta con fruto en forma de muela careada (hyosciamos niger), como ya hemos visto, para el dolor dental. Así, debieron pensar que los sauces que se crían en lugares húmedos y pantanosos deberían tener algún principio que los hiciera resistentes a las fiebres y dolencias que afectan a las personas que allí viven. Se cree que un qúmico italiano llamado Píria llegó a utilizar a mediados del XIX un extracto de este árbol que quitaba los síndromes febriles.

En el prof. Gonzalez (33) quien nos advierte queya en 1763 el reverendo Edward Ston mascaba corteza de sauce para los dolores reumáticos. Ideó un procedimiento para secar y pulverizar esta corteza y la suministró a unas 50 personas, con muy  buenos resultados. Todo esto lo sabemos porque presentó un informe en la Royal Society de Londres, aunque sin mucho éxito cayendo en el olvido sus investigaciones.

En el siglo XIX las investigaciones se dirigieron hacia otra de las fuentes naturales de los salicilatos: el género de plantas conocidas com Spiraea, especialmente la reina de los bosques o spiraera ulmaria y otras como la spriraea salicifolia. En 1820, un farmacéutico llamado Pegenstechar extrajo una sustancia de esta planta puesto que tenía fama de curar los dolores. Sin embargo no fue hasta 1835 cuando un químico alemán llamado Karl Jacob Löwing consiguió elaborar un ácido de esta sustancia: el ácido salicílico. Finalmente el profesor alemán Karl Friedrich Gerhardt desveló la estructura de este ácido y pasó a formar parte de la historia de sus descubridores (17, 23).

Sin embargo este ácido salicílico, de reconocidas propiedades como antirreumático y calmante de dolores y fiebres, presentaba un desagradable efecto secundario de intolerancia gástrica. Y esto le ocurría especialmente al padre de un químico de la casa Bayer, llamado Felix Hoffman, atormentado por los dolores reumáticos y las molestias gástricas que le causaba la ingestión de repetidas dosis de ácido salicílico. Este químico, preocupado por las molestias de su padre, consiguió añadir un radical acetilo y con ello evitar los intensos efectos secundarios que provocaba sobre el estómago. Hoffman y Dreser, cuando corría el año 1895, bautizaron el nuevo fármaco como Aspirina ( A de acetil y Spirina en referencia a la planta originaria: Spireae) que fue ampliamente comercializada en todo el mundo por la casa farmacéutica Bayer.

En la actualidad, la aspirina se fabrica, de forma química, a partir de fenol y quedan para el recuerdo los extractos de corteza de sauce o las plantas del género spireae que fueron el verdadero origen de este analgésico tan popular.

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Autores: Sanchís J. M. / Diana Grau García-Moreno / Lucía Miralles Jordá

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