Ningún asesino serial se suicida
El 26 de octubre de 2007, José Luis Calva Zepeda llegó al fondo de su depresión: “Qué bueno que me detuvieron porque así no voy a ocasionar más daño”, le dijo a la criminóloga Patricia Payán. Habían pasado 18 días desde que la policía encontrara, descuartizado en un departamento oscuro de la colonia Guerrero, el cuerpo de Alejandra Galeana Garavito. Hacía sólo cuatro días que un presunto compañero sentimental, Juan Pablo Monroy Pérez, lo había implicado en el asesinato y destazamiento de otra mujer.
“Me da tristeza que vayan a recordarme como un asesino, como una persona que va a pasar a la historia por haber matado y no por haber escrito libros”, declaraba Calva Zepeda ante la criminóloga.
De ese modo se cumplía la última fase de un ciclo planteado por el siquiatra estadounidense Joel Norris: Calva había recorrido las seis etapas del asesino serial típico (desde un gradual desprendimiento de la realidad hasta el asesinato de la víctima, pasando por las fases de selección, seducción, captura y fetichismo), y ahora se internaba en la cláusula final: una crisis depresiva semejante a la que tarde o temprano había azotado a algunos de los asesinos seriales más célebres del mundo. Una etapa de arrepentimiento y tristeza que en 1981 había hecho confesar a Peter Sutcliffe, El Destripador de Yorkshire:
“Me alegro de que todo haya pasado. Habría matado a otra chica si no me detienen (…) Todas están mi cerebro recordándome la clase de bestia que soy”.
Un mes y medio después de entrevistarse con la criminóloga, Calva fue hallado muerto en su celda del Reclusorio Oriente. Según las autoridades, se ahorcó con un cinturón: había trabado la puerta de su celda con alambre y agujetas. El suicidio, sin embargo, no forma parte del perfil de los asesinos seriales:
“El 99 por ciento de éstos, sale de la crisis depresiva con renovados deseos de matar. En la historia de los serial killers, es rarísimo encontrar a alguno que se haya suicidado”, sostiene el investigador Martín Gabriel Barrón, del Instituto Nacional de Ciencias Penales, INACIPE.
El Destripador de Yorkshire resistió durante años esas voces que le recordaban la clase de bestia que era, y se dedicó a hacerse el loco —para evitar la prisión— hasta que, efectivamente, enloqueció. Ed Gein, el asesino que inspiró al Bufalo Bill de la película El silencio de los inocentes, y que aprovechaba partes del cuerpo femenino para manufacturar camisas, cinturones y pantallas de lámparas, falleció de cáncer tres décadas después de que sus crímenes fueran descubiertos. Jeffrey Dahmer, El Carnicero de Milwaukee, acusado del desmembramiento de 17 jóvenes reclutados en ambientes homosexuales, vivió en la cárcel “sin preocuparse por las connotaciones morales de sus actos”, hasta que otro reo le machacó el cráneo con una pesa. Ted Bundy, acusado del asesinato de 16 mujeres, esperó con calma los 11 años que la Corte tardó en llevarlo a la silla eléctrica. David Berkowitz, El Hijo de Sam, que con un revólver Bulldog calibre 44 masacró a 13 personas, —y quien aseguraba que las órdenes de asesinar le llegaban a través de un perro—, recibió con tranquilidad su condena a 365 años de prisión y sobrevivió al ataque de un grupo de reclusos que pretendió degollarlo.
En 1988, José Antonio Rodríguez Vega fue detenido por la policía española. Había violado y asesinado a 16 ancianas. Guardaba en una habitación objetos que habían pertenecido a sus víctimas: televisores, joyas, porcelanas, incluso dentaduras. Pronto se reveló como un asesino “imperturbable, sonriente y cínico”. “Yo digo ‘hola’ en un medio de comunicación y me pagan cien mil pesetas”, decía.
Pasó 14 años en un módulo de aislamiento. En octubre de 2002 fue atacado por tres internos que le sacaron los ojos y la masa encefálica, y le propinaron 113 puñaladas en el pecho.
“La historia demuestra que los asesinos seriales no se suicidan —repite Barrón—: son ejecutados o mueren a manos de los propios reos. José Luis Calva sería un asesino único, si logra comprobarse que se suicidó”.
Un mes y medio después de entrevistarse con la criminóloga, Calva fue hallado muerto en su celda del Reclusorio Oriente (Foto: Fernando Ramírez/EL UNIVERSAL)
Fuente:
Periodico el Universal Mèxico.
Héctor de Mauleón
El Universal
Miércoles 12 de diciembre de 2007
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