Tiempo de asesinos

Publicado en Criminología

Tiempo de asesinos

Bundy, a la caza de sus colegas

El 24 de enero de 1989, el asesino serial Ted Bundy, considerado el peor criminal sexual en la historia contemporánea de Estados Unidos, fue ejecutado en la silla eléctrica de la prisión de Starke, Florida. Con una cadena de homicidios que presuntamente inició desde los años 70 y cuyo número exacto de víctimas es incierto hasta la actualidad (algunos investigadores creen que la cifra, en nueve años de carrera criminal, asciende a 30, y otros, como Bob Keppel, consideran que rebasó la centena), finalmente fue encontrado culpable de la muerte de una adolescente de 12 años en Lake City, Florida, y condenado a la pena capital.

Durante sus últimos años en prisión, Bob Keppel supo ganarse la confianza de Ted Bundy, quien le confesó delitos que ni siquiera figuraban en los registros policiacos. De esta manera surgió el libro The Riverman: Ted Bundy and I Hunt for the Green River Killer, el cual, bajo la autoría de Bob Keppel, ofrece detalles de sus charlas con Bundy acerca de la etapa en que este último cometió sus asesinatos. Las transcripciones de las conversaciones y el recuento, en voz del homicida, son como para poner los pelos de punta.

Pero, además de las andanzas criminales de Bundy, el libro en cuestión ofrece información hasta ahora desconocida de la estancia del prisionero detrás de las rejas. Así, por ejemplo, ahí se apunta que, cuatro años después de que Bundy llegara a la prisión estatal de Florida por su orgía de sangre, una nueva cadena de asesinatos se desató en Nueva York. En esta ocasión, la mayoría de las víctimas eran prostitutas. Contrariamente a Bundy, que prefería asesinar jóvenes estudiantes blancas, el "Monstruo de los ríos", llamado así por los esteros donde las víctimas eran halladas, incluía mujeres negras y, por lo menos, una descendiente de indios estadounidenses entre sus sacrificadas.

Bob Keppel, del equipo de investigadores criminales del estado de Washington, fue requerido como asesor en los crímenes de Río Verde por su trabajo realizado para capturar a Ted Bundy.

En 1984, Bundy escribió una carta a Keppel desde el pabellón de la muerte de Florida haciéndole una oferta muy difícil de rechazar: ofrecía a Keppel sus observaciones acerca de los asesinatos de Río Verde con el acuerdo tácito de que Keppel escucharía una historia sin precedentes en los anales de la investigación criminal: un asesino serial hablando de los crímenes cometidos por otro asesino serial.

De esta manera, Bundy instruyó a Keppel sobre las tácticas de los asesinos pluralistas: habló con detalle de la selección de sitios para abandonar cadáveres, los señuelos para atraer víctimas, la forma en que los asesinos explotan en ocasiones las técnicas de investigación ineficaces propuestas por las fuerzas de la ley, así como de la tendencia de los homicidas a revisitar sus panteones clandestinos como una manera de revivir la emoción de los homicidios. Pero no sólo eso: Bundy se convirtió en el tutor de Keppel en la ciencia de entrevistar a asesinos seriales para arrancar confesiones y aprender a leer las escenas de crimen de manera más eficaz.

Las enseñanzas de este condenado a muerte resultaron de gran ayuda en el desarrollo de la investigación que desembocaría en la detención del "Monstruo de los ríos", un hecho que Bundy ya no pudo atestiguar, puesto que fue ejecutado justo un año antes de que el criminal de Río Verde fuera aprehendido.

La colaboración de Ted Bundy con Bob Keppel para atrapar a un colega homicida fue ciertamente inaugural. Años después este tipo de "altruismo" se repitió en la carta enviada por el asesino serial británico Dennis Nilsen al escritor Brian Masters. Este último había seguido de cerca la saga de Jeffrey Dahmer, el "Caníbal de Milwaukee", cuando recibió la misiva de Nilsen, un burócrata homosexual que "limpió" de vagabundos las calles de Londres, al escogerlos como compañía amorosa. Tras alimentarlos, ofrecerles abrigo y cariño, los asesinaba, mutilaba y guardaba partes corporales en su departamento. Nilsen, en la carta enviada a Brian Masters, trazó todo un perfil psicológico de Dahmer de manera tan atinada que despertó la envidia de los profesionales de la conducta.

A diferencia de Ted Bundy, Nilsen, por ser ciudadano de una nación que no contempla la pena capital, no estaba condenado a muerte, sólo a cadena perpetua. Sin embargo, en un rasgo compartido por ambos asesinos seriales, lo que Bundy y Nilsen dejaron en claro fue el alto coeficiente intelectual que poseían, así como la coherencia de pensamientos para analizar diferentes situaciones. Asimismo, que los dos estuvieran en prisión no era obstáculo para seguir de cerca el acontecer criminal más allá de los muros de alta seguridad en los que languidecían. Por supuesto, siempre queda en el aire la pregunta acerca de qué hubieran sido capaces de lograr estos dos hombres en caso de haber encauzado sus habilidades no al crimen sino a otras actividades, por ejemplo, la resolución de homicidios que asemejan crucigramas.

Baste decir que Bundy tuvo todo para brillar en la política de su país, como abogado e incluso como embajador, dado el amplio conocimiento que tenía del idioma chino. Por su parte, Nilsen, antes de convertirse en criminal, tuvo una prometedora carrera como policía y después como servidor público.

En lo que corresponde al "Monstruo de los ríos", el asesino resultó ser Arthur Shawcross, un hombre que durante su juventud mató a dos niños, lo que le valió una condena perpetua que nunca cumplió del todo, al ser liberado 14 años después de cometer su delito. Shawcross se estableció en Rochester, Nueva York, donde aparentemente vivía de forma apacible. Sin embargo, el 24 de marzo de 1988, un año después de su liberación, el cuerpo de Dorothy Blackburn fue hallado flotando en Salmon Creek, iniciándose así una estela de homicidios que rebasó la cantidad de diez víctimas.

Al igual que Bundy y Nilsen, Shawcross era un asesino frío, inescrupuloso, detallista y con facilidad para relacionarse con su entorno social. Los que lo conocían se referían a él como un tipo que podía pasearse en bicicleta por el vecindario, saludar a todo al que se encontraba y comprar globos a los niños, una especie de Mary Poppins gorda incapaz de dañar a nadie. No obstante, esta hermanita de la caridad también gozaba de una asombrosa memoria, sobre todo en lo que respecta a los detalles de sus ilícitos, rubros enfatizados por Ted Bundy al hacer el perfil psicológico que proporcionó a Bob Keppel.

Con un pasado real y ficticio lleno de violencia, que incluía su participación en la guerra de Vietnam y la supuesta herencia de canibalismo que le habían dejado sus ancestros estadounidenses, Shawcross era en realidad un simulador propenso a inventar las más descabelladas historias. Pero lo cierto es que este asesino gozaba cometiendo sus crímenes, al grado de acostarse a escuchar el radio acompañado de los restos de alguna de sus innumerables víctimas.

Fuente: http://www.etcetera.com.mx/1998/278/dkjl0278.htm

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