Cantando a los traficantes
Cantando a los traficantes
‘Conmoción sobre música de la mafia’ se titulaba un artículo publicado el 4 de mayo de 2001 en el periódico holandés NRC/Handelsblad que comentaba el escándalo que había provocado en Italia la edición de un CD con canciones que glorificarían a la mafia. Críticas de la misma laya se pueden escuchar en México y los EEUU con respecto al género de los narcocorridos, pero ahí no se trata de un solo CD, sino de un fenómeno masivo que precisamente por su popularidad causa alarma en ciertos sectores de la sociedad. Cientos de grupos del norte de México y el Suroeste de los EEUU cantan narcocorridos y miles de casettes y CD se editan con esas canciones que, según sus críticos, ‘son crónicas de aventuras, traiciones, infortunios, ejecuciones, amores y además hechos de los individuos involucrados en el negocio de las drogas; los compositores populares han tomado como temática esta actividad delictuosa, ganando popularidad y aceptación, debido a las hazañas que en sus corridos se cantan a través de diversos grupos populares como los Tucanes de Tijuana, los Huracanes del Norte, los Tigres del Norte, los Invasores de Nuevo León, el Grupo Exterminador, por mencionar sólo algunos. Quienes hacen ver a los integrantes del narco como figuras admiradas y respetadas por su valentía, pero que no dejan de ser prototipos de la violencia armada y promotores de delitos contra la salud y de otros previstos por la Ley Federal contra la delincuencia organizada’. La cita es de un discurso de la senadora González Hernández del PRI, pronunciado el 22 de marzo de 2001 en el senado mexicano y en el que pide que el gobierno ‘tome providencias de restringir la difusión de interpretaciones alusivas o apologéticas de actividades o delitos relacionados con el narcotráfico…’[i]. Petición que tuvo éxito ya que, como informa El Sol de México el 30 de junio: ‘En la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, la semana pasada se aprobó un punto de acuerdo para solicitar a los radiodifusores de quince estados en el norte del país se abstengan de transmitir este tipo de corridos […] Las leyes vigentes prohiben transmitir mensajes o canciones que hagan apología de la violencia y el crimen’[ii].
No son nada nuevo bajo el sol esas campañas contra los narcocorridos. Ya en 1993 en el estado de Sinaloa, cuna de los más importantes capos del narcotráfico (Caro Quintero, Amado Carrillo, los hermanos Arellano Félix, El ‘Güero’ Palma, El ‘Chapo’ Guzmán, Miguel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo) y de los más populares cantantes de narcocorridos (Los Tigres, Los Tucanes, Chalino Sánchez), hubo una campaña contra la “música nociva”, pero sin éxito porque la popularidad del género sólo ha ido en aumento: en la década de los noventa ha llegado a dominar el mercado musical del norte de México y de la West Coast de los EEUU, donde Los Angeles es el gran centro de los narcocorridos[iii]. Además, prohibir la transmisión de estas canciones por la radio mexicana, mientras que libremente se puedan comprar en casettes y CD, se transmitan en las estaciones de radio de los EEUU, se puedan bajar de internet y la gente pueda asistir a los (masivos) conciertos de los grupos que las tocan, es una medida totalmente absurda.
Los Tigres del Norte
Buen ejemplo del auge de los narcocorridos es la success story de sus intérpretes más populares, Los Tigres del Norte, a los que se puede considerar como los iniciadores del género por la canción Contrabando y traición que ya data de 1972. Este narco-hit relata la (ficticia) historia de Emilio Varela y Camelia la Texana que transportan mariguana a los EEUU en las llantas de su auto; todo sale bien, entregan el contrabando, reciben su plata, pero Camelia, probablemente por celos, mata a su compañero cuando ‘Emilio dice a Camelia:/ “Hoy te das por despedida./ Con la parte que te toca/ ya puedes rehacer tu vida./ Yo me voy pa’ San Francisco/ con la dueña de mi vida”./ Sonaron siete balazos./ Camelia a Emilio mataba./ La policía sólo halló/ una pistola tirada./ Del dinero y de Camelia/ nunca más se supo nada’. Esta canción sirvió de base de una película, hubo continuaciones como Ya encontraron a Camelia y El hijo de Camelia, y los protagonistas se hicieron emblemáticos como demuestra ya el hecho de que la canción se conoce sobre todo como Camelia la Texana y que, por ejemplo, el 28 de diciembre de 1999 (Día de los Inocentes) apareció en La Jornada una entrevista con Camelia. El segundo gran éxito de Los Tigres fue La banda del carro rojo. Desde entonces en cada álbum incluyen narcocorridos, puramente por motivos comerciales, como se desprende de las palabras de un miembro del grupo, Jorge Hernández: ‘[...] después de Camelia la Texana decidimos incluir un tema de este tipo en cada disco y descubrimos que a la gente le gustaban esas historias’[iv]. En 1989 hasta sacaron un álbum lleno de narcocorridos, que, apelando al encanto de los frutos prohibidos, se titulaba Corridos prohibidos.
Para dejar claro que los narcocorridos y los grupos que los cantan no son ningún fenómeno marginal, aunque los pintorescos nombres de los conjuntos podrían crear esa impresión – para mencionar algunos: Los Terribles del Norte, Los Tiranos del Norte, Grupo Exterminador, La Mafia, Los Huracanes del Norte -, basta citar algunos datos sobre la carrera de Los Tigres: ya tienen en su haber unos treinta albums, han actuado en 14 películas, han sido nominados siete años consecutivos para un Grammy – ganaron uno, pero no por un narcocorrido - , tienen 130 discos de platino y actúan en general ante un público de entre 30 y 70 mil personas, el 5 de mayo de 1993 en Los Angeles hasta ante 200.000 personas. Son el conjunto de más éxito en California, incluyendo los grupos de habla inglesa, y desde ahí su fama se extendió por todo México y América Central. En agosto de 1998 en Chicago se bautizó una calle con su nombre y se proclamó el 30 de agosto como el ‘día oficial de los Tigres del Norte’. Hasta existe, desde abril de 2000, una Fundación Tigres del Norte en la UCLA, la universidad de California, que se dedica al rescate de la música tradicional y a la que contribuyeron Los Tigres con una donación de medio millón de dólares. Sin embargo, fuera del territorio mencionado, son poco conocidos, lo cual podría dar sustento a la idea de la marginalidad (folklórica) del fenómeno de los narcocorridos. The Village Voice expresa bien esa idea, en un tono bastante burlón: ‘Los Tigres del Norte???? Out of Rosa Morada, Sinaloa (that’s in Mexico, across the Gulf of California from Cabo), via San Jose; been plugging away since, like, 1968; made over 50 records; been in movies; won a Grammy (the kind that doesn’t get on TV); made millions of dollars. The elder statesmen of norteño music. In short – never heard of ‘em [...] Though, for folk musicians, the Tigres are not only suspiciously popular, but, well, scary. Look at their picture on the cover of, say, last year’s Herencia de Familia. These are some hard-looking guys [...]. They don’t look like philanthropists or foundation-endowers. They look like gangsters [...] So. Gangsta music. The Tigres essentially invented the so-called narcocorrido’[v].
Narcotráfico
El auge de los narcocorridos en los años noventa coincide con el del narcotráfico en México que en esa época ya se había convertido en el país de los más poderosos cárteles de la droga, gracias a otro de los ‘éxitos’ de la guerra anti-drogas de EEUU: a mediados de la década de 1980 los traficantes colombianos – adonde se había desplazado el cultivo después del ‘éxito’ de la destrucción de los campos de coca en Bolivia y Perú y donde se producía más cocaína, y de mejor calidad, que antes en los países andinos- se vieron obligados a buscar otras rutas para suministrar al mercado norteamericano – donde vive el 5% de la población mundial pero se consume la mitad de la producción mundial de drogas – de estupefacientes porque el corredor del Caribe hacia la Florida se había hecho demasiado arriesgado por la masiva presencia de interceptores norteamericanos. México resultó ser el país ideal para los narcos colombianos, por varios motivos. En primer lugar, por la frontera de más de 3000 kilómetros que comparte con los EEUU, frontera que es, a pesar de toda la sofisticada tecnología, imposible de controlar por completo, como demuestran claramente los ilegales. Por esa frontera pasan por año 80 millones de autos y camiones – con contenedores – y 350.000 vagones de tren que también son imposibles de registrar todos. Ni hablar de los cientos de millones de personas que anualmente cruzan la frontera. En esa frontera, además, trabajan miles de aduaneros y entre ellos, por supuesto, siempre hay algunas ‘manzanas podridas’ – ya se han detectado muchas – que dejan pasar a sus ‘benefactores’: ‘En las fronteras yo tengo/ amigos sin agraviar/ que siempre me dan quebrada/ pa’ mis paquetes pasar/ yo también me pongo a mano/ también sé recompensar’ (El paquetero de Los Pumas). Otra ventaja que México ofrece a los colombianos es la larga experiencia de contrabando que tiene la gente en la región fronteriza donde el cultivo y el contrabando de drogas son considerados como una actividad económica respetable.
Esa larga tradición de contrabando ya data de principios del siglo XX. Primero fueron alcohol – la era de la Prohibition - y heroína – que durante la II Guerra Mundial se producía legalmente por la demanda de morfina en EEUU para sus soldados -, luego en los años sesenta - los hippies y la contra-cultura - mariguana y, a partir de 1985, cocaína. Como se ve, México reaccionaba inmediatamente ante los cambios en la demanda del mercado norteamericano: ahora es el país que suministra un 65% de la cocaína de Colombia a EEUU y el mayor productor de mariguana, heroína y drogas sintéticas. El precio que los colombianos han tenido que pagar para poder usar las rutas por territorio mexicano ha sido muy alto. En un principio los mejicanos cobraban por cada transporte, pero pronto ya exigieron como pago la mitad de la cocaína en especie, dedicándose desde entonces también a la distribución de la droga en EEUU donde se aprovechaban de la presencia de los 30 millones de personas de descendencia mexicana que allá viven. Así se convirtieron en los cárteles más fuertes del mundo, a lo que contribuyó también que los cárteles de Medellín y Cali fueron destruidos, ‘éxito’ que, dicho sea de paso, no hizo que bajara la producción de cocaína, sino todo lo contrario: ‘El imperio colombiano/ jamás nunca se ha rajado,/ algunos ya se ausentaron/ pero no les da cuidado/ y como familia real/ el trono lo han heredado’ (Los dos imperios de Lupillo Rivera). Según estimaciones de la DEA los cárteles mexicanos tienen anualmente unas ganancias de 30 mil millones de dólares, de los cuales gastan un 30-40% en ‘protección’.
El Señor de los Cielos y sus Aliados en la Tierra
El impacto del narcotráfico en la sociedad mexicana es muy grande, como ya indica en el campo de la semántica la enorme extensión del uso del prefijo ‘narco’: narcoestado, narcopolicías, narcopolíticos, narcogenerales, narcogobernadores, narcoiglesia, narcolimosnas, narcofosas, narcojuniors etcétera. Una de las últimas novedades es el término ‘narcosalinismo’ que refiere a la presidencia de Carlos Salinas, durante cuyo mandato (1988-1994) el narcotráfico, gracias al apoyo que le dio el ‘hermano incómodo’ del presidente, Raúl Salinas, pudo tomar alto vuelo. Literalmente, como demuestra el caso del ‘Señor de los Cielos’, Amado Carrillo, el jefe del cártel de Ciudad Juárez, quien debe su apodo al hecho de organizar en gran escala – con Boeings 727 y Caravelles – el transporte de las drogas desde Colombia a México: en cada vuelo se transportaban como 6-8 toneladas de cocaína, casi sin problema alguno ya que el jefe del INCD (Instituto Nacional de Combate a las Drogas), el zar de la lucha anti-drogas en México, el general Gutiérrez Rebollo – sobre quien Los Tigres han hecho la canción El general -, recibía un decente salario adicional de Amado Carrillo. Resultó que este general había dedicado todos sus esfuerzos anti-drogas a la destrucción de los cárteles del Golfo (de García Abrego) y de Tijuana (de los hermanos Arellano Félix), los dos grandes competidores de Amado Carrillo: ‘Los reyes del contrabando/ se visten de militar’ (Los reyes del contrabando de Banda El Recodo). Según estimaciones, el Señor de los Cielos fue hasta su misteriosa muerte, el 4 de julio de 1997 – murió, según la versión oficial, en una operación de cirugía plástica y liposucción, pero casi nadie en México cree en las palabras de las autoridades -, responsable del ingreso de la mayor parte de las 200 toneladas de cocaína que los EEUU consumen anualmente. Llegó a amasar una fortuna personal de unos 25 mil millones de dólares y cada año pagaba entre 500 y 800 millones de dólares en ‘protección’. Poco antes de su ‘muerte’ habría ofrecido pagar toda la deuda externa de México: ‘La deuda externa es muy grande/ con los Estados Unidos./ Si dejan de molestarme/ en un mes la liquido./ Al fin mis clientes más grandes/ son mis amigos los gringos’, cantan Los Originales de San Juan en El rey del cristal[vi].
Pero el mejor ‘protector’ que tuvieron los narcotraficantes durante el sexenio del narcosalinismo fue Raúl Salinas, detenido el 28 de febrero de 1995 y condenado el 21 de febrero de 1999 a 50 años de prisión, no por lavado de dinero o delincuencia organizada, sino por ser el autor intelectual del asesinato de su ex-cuñado José Francisco Ruiz Massieu. Lo que trascendió de una investigación de la justicia suiza que todavía no ha terminado, ya demuestra la importancia que tuvo el hermano del presidente en el narcotráfico. Como dice El País, basándose en el informe de la policía suiza a que tuvo acceso el New York Times: ‘Raúl Salinas usó su influencia para organizar una red de protección a traficantes [...] “Cuando Carlos Salinas de Gortari se convirtió en presidente de México, en 1988, Raúl Salinas asumió el control sobre prácticamente todos los envíos de droga que atravesaban México”, subraya el informe. “Mediante su influencia y con sobornos con fondos procedentes de la droga, oficiales del Ejército y de la policía apoyaron y protegieron el floreciente negocio de la droga” [...] Raúl Salinas [...] se encargó de que camiones y vagones del Gobierno transportaran cocaína hacia el norte, obteniendo beneficios cifrados por el documento secreto en 500 millones de dólares. En los que sus socios denominaban “días de luz verde”, los envíos de droga pasaban por México sin preocupación alguna de que pudieran ser interceptados por el Ejército, los guardacostas o la policía federal’[vii].
Plata, plomo o plazas
Uno de los mayores problemas de México es la corrupción. Una corrupción institucionalizada, producto de la larga hegemonía del PRI que generó una cultura política en que las mordidas y las compras de plazas eran moneda corriente. Este sistema corrupto favoreció, según una de las dos grandes teorías sobre la relación entre el narcotráfico y el estado, el desarrollo de los cárteles. Los traficantes se aprovecharon de la cultura de la corrupción y, como podían disponer de enormes cantidades de narcodólares, casi todas las autoridades cayeron ante la tentación: militares, policías, jueces, políticos, gobernadores, fiscales etcétera. Por otra parte, los narcos invirtieron sus enormes ganancias también en la economía mexicana, llegando a formar alianzas con hombres de negocios y banqueros por lo cual no sólo lavaron su narcodinero sino que también se lavaron socialmente .Eduardo López Betancourt, catedrático de la UNAM y especialista en drogas, dice al respecto: ‘Ya no podemos mentir. Hay que acabar con la hipocresía y aceptar con dignidad que en México no nos gobierna Zedillo, sino la gran agroindustria del narcotráfico, que ha logrado penetrar todas las esferas del poder público y de la economía nacional. No hay sector social que se escape: lo mismo está involucrada la banca, la industria y el comercio, que el gobierno, las fuerzas armadas y hasta ciudades enteras’[viii]. Es la teoría de la penetración: los narcodólares corrompen toda la sociedad y llegan a dominar (parte de) la economía: todos caen, para parafrasear un conocido dicho mexicano, ante los cañonazos del narcodinero. Y los primeros en caer son los policías que ya desde siempre han tenido fama de corruptos y criminales, a pesar de grandes purgas y masivos despidos. Además, los narcos tienen la costumbre de poner a los policías ante el famoso dilema de ‘plata o plomo’, tras de lo cual la mayoría optan, lógicamente, por la vida. No es de extrañar, pues, que los mexicanos no tengan confianza en la policía. Muchos policías, sin embargo, han muerto los últimos años en el combate a las drogas, pero el problema es que no se sabe si era porque eran honrados, porque estaban al servicio de cárteles rivales o por simples ajustes de cuentas.
La otra teoría, defendida entre otros por Astorga, Poppa y Boyer, no considera al estado como ‘víctima’ del poder corruptor del narcotráfico, sino que plantea la tesis de que poderosos grupos políticos y económicos son los verdaderos jefes del narcotráfico. Según ellos, en la perfecta dictadura que era – y sigue siendo en gran medida - el México del PRI, para no dejar de citar la tan famosa y ya tantas veces citada frase de Vargas Llosa, esos grupos repartían el territorio – las plazas - entre los cárteles, dejando caer o subir a los capos según su conveniencia (o la presión de EEUU). Los grandes intermediarios entre estos grupos y los cárteles serían los comandantes, los generales y los gobernadores. En su opinión, para el PRI hubiera sido muy fácil, dado su control absoluto sobre el país, terminar con los grandes capos pero esto sólo ocurría cuando se hicieron demasiado notorios o dejaron de pagar, reemplazándolos inmediatamente por otros. Como lo dice Poppa: ‘When somebody had the plaza, it meant that he was paying an authority or authorities with sufficient power to ensure that he would not be bothered by state or federal police or by the military. The protection money went up the ladder, with percentages shaved off at each level up the chain of command until reaching the Grand Protector or the Grand Protectors in the scheme’[ix]. Esta tesis la parecen confirmar algunos narcocorridos: ‘El gobierno me persigue/ por todita la nación/ pero eso es lo que ellos dicen/ porque saben donde estoy [...] Tengo árboles muy frondosos/ que me dan su protección’ (La recompensa de Los Pumas); otra canción es mucho menos genérica con respecto a los árboles, ya que, en una clara referencia a la residencia presidencial, dice: ‘Los pinos me dan la sombra/ mi rancho vacas de a kilo’ (Vacas de a kilo de Los Pumas). Y Los Tucanes cantan en Se desgranó la mazorca: ‘Aquí tienes tu lugar/ le dijo un amigo de él/ tú controlarás la plaza/ ya te apalabré la ley’. Sin embargo, también hay corridos que apoyan la primera tesis: ‘Los de la ley han querido/ siempre echarme a mí la mano/ pero soy muy poderoso/ y sus jefes yo he comprado/ el que se pone muy terco/ al infierno lo he mandado’ (El rey de la mafia de Daniel Sánchez).
Corridos y narcocorridos
El narcotráfico también corrompió, según sus críticos, a los corridos, tradición musical que ya data de principios del siglo XIX. Otros, al contrario, señalan que es precisamente gracias a los narcocorridos que resucitó, gozando ahora de gran popularidad, el género de los corridos que desde los años treinta del siglo XX ya estaba bien muerto. Según los ya clásicos estudios de Vicente T. Mendoza y Américo Paredes el auge del corrido (el ‘corrido épico’) se dio en el periodo de la Revolución mexicana (1910-1930), empezando después su ‘decadencia y próxima muerte’[x]. En estudios más recientes (Guillermo Hernández, James Nicolopulos), sin embargo, se ha demostrado que en los años sesenta empezó a renovarse el género, con corridos sobre el asesinato de Kennedy, la lucha guerrillera de Lucio Cabañas en Guerrero, el movimiento de los trabajadores agrícolas en el Suroeste de EEUU y, desde los años setenta, los narcocorridos. Importante en la definición del corrido – cuestión muy debatida que aquí se deja de lado –, aparte de las características formales y de contenido, es que, según los estudiosos, tiene que referirse a acontecimientos y personajes históricos, por lo cual quedarían excluídos del género los llamados ‘movie corridos’ por tratar de sucesos y personajes ficticios. Exclusión un poco absurda, ya que estos ‘movie corridos’ reúnen en general las características formales requeridas por los críticos, mientras que también contienen rasgos que en los estudios se consideran casi como aún más esenciales que los puramente formales: los corridos serían la voz del pueblo mexicano, expresando sus valores e ideología, y se opondrían a la versión oficial de la historia: ‘[...] corridos convey unofficial versions of history [...] the genre expresses viewpoints that often contradict or stand in direct opposition to dominant perspectives’[xi]. O, como dicen Los Tigres en un diálogo, antes de empezar la canción Jefe de jefes, que refiere claramente al Señor de los Cielos: ‘A mí me gustan los corridos porque son los hechos reales de nuestro pueblo. Sí, a mí también me gustan porque en ellos se canta la pura verdad’. Con respecto a los narcocorridos, esa oposición a la historia oficial significa que estas canciones en general no reflejan el discurso condenatorio de las autoridades, sino que presentan la visión del mundo de los narcotraficantes que casi siempre son presentados como personajes valientes y respetados: ‘Soy el jefe de jefes,/ me respetan a todos niveles’ (Jefe de jefes de Los Tigres); ‘En tierras de Nayarit/ fue donde cayó el avión,/ iba pa’ Guadalajara/ procedente de Obregón./ Trasladaba al Güero Palma,/ un respetable señor./ Sinaloense cien por ciento/ de valentía comprobada’ (El Güero Palma de Los Tucanes).
Los narcocorridos en general son vinculados con los corridos ‘proto-épicos’ de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, precursores de los corridos épicos de la Revolución mexicana. En esos corridos se cantaban las hazañas de valientes y bandoleros que vivían una vida peligrosa fuera de la ley, perseguidos por un gobierno despreciado, desafiando, como dice Vicente T. Mendoza, ‘los peligros, las persecuciones y la muerte’[xii]. María Herrera-Sobek los relaciona con corridos sobre contrabandistas de la época de la Ley Seca en EEUU[xiii] como Los tequileros: ‘According to Herrera-Sobek’, dice Nicolopulos, ‘in spite of the fact that the smuggler’s enemies are still the hated rinches and federales [...], the shift from trafficking in luxury goods and alcohol to illegal drugs such as marijuana, heroin and cocaine has fundamentally undercut the status of the protagonist and deprived these ballads of the necessary ‘heroic’ qualities. Herrera-Sobek supports this conclusion with the observation that in all but one of the twenty-two corridos she studies the protagonist meets a bad end, and that many of the despedidas appear to contain admonishments against illegal activity’[xiv], idea que combate Guillermo Hernández en su estudio sobre el exitoso narcocorrido Vacas de a kilo.
Esta opiniones contradictorias se deben, sin duda alguna, a uno de los mayores problemas con que se ven enfrentados los que se ocupan de los narcocorridos y que dificultan la formulación de statements generalizadores y verificables sobre el tema. Es el problema del corpus: ya circulan miles de CD y casettes, mientras que también hay, sin duda alguna, muchas canciones sin grabar que se cantan en cantinas y fiestas. Sólo Los Tigres ya tienen más de 500 canciones[xv], Mario Quintero de Los Tucanes ya compuso unas 200 canciones y los más conocidos compositores del género, Paulino Vargas y Teodoro Bello, también ya han escrito cientos de narcocorridos. El corpus es, pues, inmenso, lo cual obliga a los estudiosos del tema a hacer una selección que, necesariamente, lleva a pronunciamientos generalizadores que son fáciles de combatir si se parte de otra selección. Luis Astorga, por ejemplo, uno de los investigadores más conocidos del narcotráfico y de los narcocorridos, utilizó 40 de los 68 narcocorridos que coleccionó en Sinaloa para su excelente libro Mitología del ‘narcotraficante’ en México. A base de esta (reducida) selección llega a conclusiones que a veces son demasiado generalizadoras o que, por el desarrollo posterior del género, ya no son ciertas, como, por ejemplo, que los términos ‘narcotraficante’ y ‘gomero’ no se utilizan en las canciones. Otra conclusión de este estudio es que hay bastantes corridos en que se da una imagen positiva de los que combaten al narcotráfico y en que se condena a los traficantes, cosa que casi no ocurre en los corridos que utilicé para este artículo cuya selección de narcocorridos se basa en criterios de popularidad (grupos y CD muy vendidos[xvi]). Además, los corridos que analicé son de fecha más reciente, lo cual también es importante dado el desarrollo del género en que, como veremos más adelante, ya se dintinguen dos o tres fases. Este desarrollo también explica por qué Herrera-Sobek y Guillermo Hernández llegan a conclusiones diametralmente opuestas con respecto a la imagen que se presenta de los traficantes en las canciones: el artículo de Herrera-Sobek ya es de 1979 y desde entonces se han producido cambios muy importantes en el género que ha podido tomar en consideración Hernández. Lo mismo reza con otra interesante conclusión de Luis Astorga: dice que en el hitparade de los narcos más mencionados en las canciones figura en primer lugar Manuel Salcido Uzeta ‘El Cochiloco’, seguido por Rafa Caro Quintero y Miguel Angel Félix Gallardo; este último va, sin embargo, precedido por uno de los más conocidos combatientes de los traficantes, el comandante Florentino Ventura. Hitparades más recientes, sin embargo, incluirían a otros nombres como Amado Carrillo, ‘El Güero’ Palma o los Arellano Félix y allí ya no figuraría casi ningún combatiente anti-drogas.
Corridos por encargo
El problema del corpus también se refleja en las conclusiones que saca Helena Simonett en su artículo ‘Narcocorridos: An Emerging Micromusic of Nuevo L.A.’ en que hace una distinción entre dos tipos de narcocorridos: ‘the commercial, and the con-commercial, commissioned, or ‘private’ corrido’[xvii]. Los corridos comerciales, dice, son en general composiciones de autores profesionales, reflejan un punto de vista exterior y relatan sucesos ya conocidos por publicaciones en los medios o ficticios. Los corridos por encargo, al contrario, han sido compuestos para un individuo específico, contienen datos personales sobre su vida, suministrados por amigos o conocidos que dan ‘first-hand information’ al compositor. Pero a continuación Simonett menciona una serie de rasgos que serían distintivos para los corridos por encargo pero que no lo son ya que también se dan en los corridos comerciales, lo cual no es de extrañar porque lógicamente los corridos por encargo son influidos grandemente por los exitosos corridos comerciales y sus clichés expresivos. Dice: ‘[...] commissioned corridos also reveal the customer’s desire to present a colorful self. Drug traffickers seem to favor the sphere of danger and violence that allows them to act out a masculine ideal of manliness and an aggressive will to power. They are inclined to brag about their courage, coolness, capability and efficiency. Their most feared opponents are not the police and the drug enforcement agents, as suggested by commercial corridos that favor encounters between narcos and law enforcement, but rather fellow narcos, in particular treacherous soplones and gatilleros. [...] the narcos’ illicit business and bloody deeds do not contradict self-ascribed virtues such as being respectful, honorable, generous, hardworking and trustworthy. Moreover, narcos have a strong sense of justice’[xviii]. Todo esto, sin embargo, se da también en los corridos comerciales y esto lo habría notado Simonett si hubiera ampliado su corpus, analizando más corridos comerciales. Es más: el ejemplo que da de un corrido por encargo no se distingue en nada – sólo en los nombres – de los comerciales. Y para demostrar que también en los comerciales los ‘soplones’ se consideran más peligrosos que las autoridades, unos (pocos) ejemplos de los muchos que se podrían aducir: ‘Cuántos son los que han caído/ porque les pusieron dedo./ Que se cuiden los cobardes/ que denunciaron al Güero/ aunque se halle en prisión/ tiene afuera compañero’ (El plantón de Los Tigres); ‘Encerrado en Almoloya/ hoy me encuentro prisionero/ porque alguien de mi confianza/ con la ley me puso el dedo./ Que se cuide ese marica/ que lo hallen mis pistoleros’ (El dedo del Grupo Exterminador). Hacer una distinción entre corridos comerciales y no-comerciales no parece, pues, tener mucho sentido ya que hay muy pocas diferencias entre las dos categorías.
Simonett sí tiene razón cuando afirma que muchos corridos comerciales se basan en sucesos ya conocidos por el gran público. De este fenómeno se podrían dar muchos ejemplos y hasta hay, en las canciones mismas, referencias a esto: ‘La historia de este corrido/ por prensa fue publicada/ no crean que estoy inventando/ si fue cierto, no sé nada/ los versos ya estaban hechos/ yo sólo hice que rimaran’ (El promotor de box de Los Tucanes); ‘Murió el Señor de los Cielos/ lo vi en la televisión’ (El corrido de Amado Carrillo de Los Traileros del Norte). Pero según las voces alarmistas y moralizantes que se levantan contra el género, los grupos también escriben canciones por encargo. Esto sería sobre todo el caso de Los Tucanes, que, según sus detractores, están vinculados al cártel de los hermanos Arellano Félix de Tijuana. Las declaraciones de Mario Quintero, líder y compositor del grupo, les parecen dar la razón, porque sin pelos en la lengua expresa su admiración por los traficantes: ‘Everybody criticizes them, but they don’t take into account their generosity, their philanthropy. We respect these people; we admire them’[xix]; ‘Esa gente ayuda. Caro Quintero hizo escuelas, puso alumbrado en algunos pueblos. Hacía más que el gobierno. Ahí está también El Cochiloco, el fue un verdadero benefactor’[xx]. Pero para atacar a Los Tucanes, en la prensa sobre todo se usa la declaración del narcotraficante Alejandro Hodoyán quien dijo en su testimonio ante la justicia mexicana: ‘Hay un grupo musical que se llama ‘Los Tucanes de Tijuana’, que le tocan todos los corridos de las muertes. Todos los corridos de muerte, todos son verdaderos y son lo que ellos [los Arellano Félix, KSW] hicieron [...]. Hay un promotor que creo se llama Quintero, es el que escribe todos los corridos, yo no sé cómo le llega la información, pero entre los corridos viene la filosofía, cómo se tienen que portar todos los integrantes del cártel, entonces ahí oyes cómo dicen las canciones, cómo tienen que portarse, ahí dicen lo que hicieron mal, por qué lo mataron, entonces uno ya sabe lo que no tiene que hacer para que no lo maten, lo que tiene que hacer para hacer puntos, oyendo la música’[xxi]. Los Tucanes, sin embargo, niegan que escriban por encargo y que les pague la mafia. Dicen que se inspiran, igual que en su canción arriba citada, El promotor de box, que parece una respuesta a las críticas, en las noticias de la prensa y la televisión: ‘The only difference between us and the 6 o’clock news is that we set the events to music’[xxii]. Otros conjuntos o cantantes, no obstante, como Los Originales de San Juan o Lupillo Rivera, tranquilamente admiten que sí escriben por encargo.
El que empezó la tradición de escribir narcocorridos por encargo fue, según Simonett, Chalino Sánchez. En un principio, sólo era compositor pero a partir de 1989 también se dio a conocer, en pequeños círculos de aficionados en Los Angeles, como cantante y luego sacó algunos discos en el sello discográfico Cintas Acuario. Pero se hace famoso por un incidente en una actuación, que ocurre el 20 de enero de 1992 cuando un hombre sube al escenario disparando sobre Chalino Sánchez quien, a su vez, saca su pistola y contesta los tiros. Resultado: un muerto, siete heridos y fama nacional para Chalino porque la televisión norteamericana dedicó mucho espacio al sensacional incidente. Poco tiempo, sin embargo, pudo disfrutar de su repentina fama, porque unos meses después, el 16 de mayo, es asesinado en Culiacán, la capital de Sinaloa. Pero su muerte no hizo más que contribuir a su fama, convirtiéndose en una figura de culto: la venta de sus discos se dispara, su estilo de vestir se impone entre la juventud de California (pantalones vaqueros muy ceñidos, cinturones anchos, botas de vaquero y sombreros, el llamado ‘Chalinazo’) y más de cien corridos han sido escritos en su honor.
Exaltación de la violencia
César Güemes, en una serie de tres artículos en La Jornada[xxiii], atribuye a Chalino Sánchez un cambio cualitativo en el desarrollo de los narcocorridos. Distingue tres fases en el género: una primera, que va de 1975 a 1980 en que – y Güemes sugiere motivos de censura – sólo se podían hacer corridos ficticios: ‘[...] la música de grupos como Los Tigres del Norte y otros de menor alcance que se suman al auge, describe a los personajes en lo general y nunca en lo particular. [...] todavía no es posible mencionar en ellos los nombres de las personas implicadas. El hecho ilegal a que aluden las composiciones existe, se refleja en la prensa con nombres, alias y apellidos, pero no en los corridos’. A partir del año 1980 empezaría, por la influencia de Chalino Sánchez y sus seguidores (Freddy Bojórquez, conocido como El Puma de Sinaloa, y Saúl Viera) y el compositor Paulino Vargas, una nueva y corta fase de transición en que ‘los hechos de violencia se situaban en lugares específicos y los participantes, en su mayoría varones, se volvieron concretos’. Y poco después, con grupos como Los Tucanes, Los Pumas, Grupo Exterminador y otros, empezaría la tercera fase, la de la exaltación de la violencia. La cronología que establece Güemes tiene su atractivo, pero por el ya señalado problema del corpus es imposible de decir si tiene razón o no. Lo que sí se puede decir es que Chalino Sánchez no pudo haber impulsado el salto cualitativo de la segunda fase a partir de 1980, porque sólo empezó a grabar a partir de 1989, siendo antes totalmente desconocido como cantante. Otros investigadores distinguen dos fases, vinculando el cambio con la aparición de Los Tucanes, conjunto del que dice la San Francisco Chronicle: ‘From southern Mexico to Northern California, the most effective propagandist for drug trafficking has a baby face [...] When Mario Quintero takes de stage to sing about drug lords, cocaine shipments and shootouts, young men and women scream. He is making converts to his cause’[xxiv]. A lo que añade el New York Times: ‘But in the 90’s, young musicians like the Tucans have carried the corridos toward overt celebration of the narcotics culture [...] they cultivate a violent image, pretending in their music videos to be the gunslinging traffickers of their ballads. In one popular video, Mr. Quintero and his accordeon player kill several police officers with automatic weapons. In another, they appear alongside a man tied to a chair who is being tortured, apparently by traffickers’[xxv]. James Nicolopulos también atribuye el cambio (ideológico) en los narcocorridos a Los Tucanes: ‘They represent something that is culturally legitimate, although it’s very frightening. They’re expressing the viewpoint of a marginalized section of society on both sides of the border, the people who are going to see drug traffickers as heroes, figures who have escaped a system designed to keep them down’. Antes, añade, ‘the trafficker was beating the system, getting out of poverty. The element that was celebrated was not drugs, but the dangerous situation in which these people found themselves’, pero en las canciones de Los Tucanes ‘there seems to be much more focus on selling and using the drugs. There’s more braggadocio, about ‘See, I am getting away with it’. There’s a whole throwing down the gauntlet at the ideology of de drug war’[xxvi]. Esta nueva fase coincidiría con la tercera que señala Güemes, la de la celebración de la violencia, pero hay que situarla en los años noventa y no en los ochenta como hace Güemes, lo cual es más lógico porque sólo a partir de 1985 se produce el salto cualitativo en el narcotráfico mexicano, debido al arreglo con los colombianos. Entonces empiezan a surgir los grandes cárteles que se consolidan durante el sexenio de Salinas (1988-1994), realidad que los narcocorridos sólo desde entonces pueden reflejar.
Contra la guerra contra la droga
La guerra contra la droga de EEUU parte de la premisa de que el problema de la droga se debe a la oferta y no a la demanda, concentrándose, por consiguiente, casi todos los esfuerzos en el combate a la droga en tratar de destruir la producción y el transporte hacia EEUU. La idea es de que si baja la oferta, subirán los precios y que, cuando sean prohibitivos, habrá menos consumidores porque ya no pueden pagar la droga. Razonamiento bastante simplista y, como se ha demostrado en la práctica, errónea: nunca hubo tantas y tan baratas drogas y de tan buena calidad en el mercado de EEUU que en estos momentos, después de la implementación de esta política durante más de veinte años. Además, esta estrategia en el combate a la droga ha hecho estragos en los países productores que, por la fuerza, tienen que aplicarla por la presión de EEUU: ‘De los Estados Unidos/ dicen llegó esta presión/ porque les está nevando/ mucho allá por su nación/ y la nieve que les llega/ ésa se la mando yo’ (La recompensa de Los Pumas). Otra premisa de que parten los EEUU es que la producción y el consumo de drogas son actividades ilegales, actitud intolerante y fundamentalista que criminaliza a los productores y consumidores y que también explica el éxito y las ganancias de los traficantes, los únicos a quienes – aparte de todo el aparato represivo - les sirve esta política prohibicionista. Consecuencia de esta política miope es que los EEUU impiden cualquier intento de legalización.
Para los narcocorridos – y en este artículo me ocupo sobre todo de los de la fase de ‘exaltación’ – el problema de las drogas no es la oferta, sino la demanda, aunque en realidad no se puede decir que lo planteen en términos de problema ya que los traficantes, que son en general el sujeto lírico de las canciones, celebran por supuesto la gran demanda de drogas que hay en Estados Unidos. Los ejemplos abundan: ‘Voy a seguir trabajando/ mientras tenga compradores./ En los Estados Unidos/ allá existen los mejores/ compran cien kilos de polvo/ como comprar unas flores’ (Clave privada de Los Tucanes); ‘En California y en Nevada/ en Texas y Arizona/ y también allá en Chicago/ tengo unas cuantas personas/ que venden mis animales/ más que hamburguesas en el McDonald’s’ (Mis tres animales de Los Tucanes). Como dicen Los Tucanes en este famoso narcocorrido, el hit Mis tres animales – el perico, el gallo y la chiva, o sea: cocaína, marihuana y heroína -, la culpa no la tienen los traficantes, sino los consumidores que tienen la libertad de comprar drogas o no: ‘Dicen que mis animales/ van a acabar con la gente,/ pero no es obligación/ que se les pongan enfrente./ Mis animales son bravos/ si no saben torear, pues no le entren’. Sólo en muy pocos corridos se condena el tráfico de drogas – por ejemplo en El dolor de un padre de Los Tigres -, pero en general se celebra esta actividad ilegal. En este sentido reflejan la opinión de la mayoría de los mexicanos, de los que, según resulta de encuestas, sólo un 1% considera el narcotráfico como un problema. Avisos contra el uso de las drogas también son escasos en los corridos. Un ejemplo es Las novias del traficante de Los Tigres, pero una tendencia de los últimos años es precisamente la presentación positiva del uso de drogas: La peda de Los Originales de San Juan, La mesa servida, El doctor del pueblo, La piedrita colombiana, La piñata y El puño de polvo de Los Tucanes, Pista secreta de Los Incomparables de Tijuana, Pegándole al polvo de Saúl Viera, El avionazo de Lupillo Rivera y Me gusta ponerle al polvo de Los Potrillos del Norte son algunos ejemplos.
La maldita pobreza
Pronunciamientos generalizadores sobre las características de los narcocorridos son, sin embargo, como arriba ya se señaló, difíciles de hacer. Pero, con cautela, se puede concluir que la gran diferencia entre la primera y la última fase es que los corridos condenatorios del tráfico desaparecieron casi por completo en el curso de los años: en los últimos años se celebra el ‘negocio’ como muchas veces se le llama y también se celebra el consumo de drogas, cosa sobre la que los primeros narcocorridos no se pronunciaban. En lo que sí coinciden los narcocorridos de todos los tiempos es en el señalamiento de las causas por las que muchos mexicanos – según estimaciones unos 400.000 – se meten en el narcotráfico. Es la ‘maldita pobreza’ de la que cantan Los Pumas en Ya la barranca parió o, como lo expresa el mismo conjunto en El agricultor: ‘Por ambición al dinero/ me metí en el contrabando./ No soporté la pobreza,/ las promesas me cansaron./ Me estaba muriendo de hambre/ y todo por ser honrado./ Al igual que muchos otros/ tengo derecho a la vida/ Yo sé que el negocio es duro/ que traigo en cuello mi vida/ porque ando contra la ley./ Desde que entré lo sabía/ pero pa’ salir de pobre/ ésta es la única salida’. O como dicen en El puño de polvo Los Tucanes: ‘Pero el dinero, aunque esté muy sucio/ quita el hambre, analícenlo bien./ La pobreza ni en cine es bonita/ por eso hay que trabajar, señores,/ no se asusten por lo que ando haciendo/ en el mundo hay cosas mucho peores’. Es imposible ganar la guerra contra la droga si no se elimina la pobreza: ‘Las leyes buscan la hierba/ por cielo, mar y por tierra/ mas nunca va a acabarla/ puedo jugarles apuestas/ lo que deben combatir/ es la maldita pobreza’ (Ya la barranca parió de Los Pumas).
En ‘La cocaína en el corrido’, una especie de antología comentada, Luis Astorga[xxvii] repasa someramente, aunque con comentarios valiosos, algunos temas de los ‘cocacorridos’. Más interesante es su artículo ‘Los corridos de traficantes de drogas en México y Colombia’ donde da algunos ejemplos de la influencia de los corridos mexicanos en el (escaso) desarrollo del mismo género en Colombia y donde define a los narcocorridos como el discurso ideológico de los traficantes que por primera vez, a partir de los años setenta, se puede manifestar a través de los corridos, oponiéndose al discurso oficial que hasta entonces había sido hegemónico y que siempre los había estigmatizado. También señala que casi todos los ‘agentes sociales que conforman el campo del tráfico de drogas’ figuran en los corridos: campesinos, burros o mulas, pilotos y chóferes de camiones, pistoleros, traficantes menores o poquiteros, grandes traficantes reales o imaginarios, policías, militares y políticos corruptos – en general, dice, no tienen nombre porque ‘probablemente son tantos que no alcanzarían los corridos para mencionarlos a todos’ – y también, pero mucho menos, policías y militares honrados; luego menciona la participación de las mujeres en los corridos y señala que sólo ‘los empresarios y los banqueros están ausentes’ lo cual ya no es cierto porque ya hay corridos sobre lavado de dinero. Avelino Gómez Guzmán, en su útil estudio ‘El narcocorrido y sus claves’, repasa cómo son tratados en los narcocorridos temas como: la vida y la muerte, el valor y el riesgo, pobreza y riqueza, la amistad, la traición, las armas, la mujer, los vehículos y la droga, todo eso bien ilustrado con abundantes ejemplos.
Dedos y mujeres bonitas
En base a las aportaciones de los estudios arriba mencionados y los corridos que forman el corpus de este artículo se pueden aventurar algunos pronunciamientos generalizadores sobre el aspecto más interesante de los narcocorridos que es la imagen que presentan de los narcotraficantes y sus contrincantes. El narcotráfico se justifica, como ya se señaló, por la ‘maldita pobreza’ que padecen muchos mexicanos. No sólo le permite a la gente salir de la pobreza, sino que a los ‘jodidos’ y ‘chingados’ también se les ofrece la posibilidad de realizar sus sueños de riqueza y de llegar a ser alguien. En los corridos mucho se insiste en la buena vida que llevan los narcos – ‘gozar’ es el verbo que más se usa -: sus carros, sus joyas, sus drogas, sus borracheras, sus armas, sus fiestas y, sobre todo, sus hembras. Veamos algunos (de los muchos) ejemplos: ‘Ya mucho tiempo fui pobre/ mucha gente me humillaba/ empecé a ganar dinero/ las cosas están volteadas./ Ahora me llaman patrón,/ tengo mi clave privada’ (Clave privada de Los Tucanes); ‘Pero me sobran mujeres/ pa’ gozar de los placeres’ (La tumba del Grupo Exterminador); ‘Soy michoacano hasta el tope/ y me gusta la loquera,/ la mota y el polvo blanco/ y también la borrachera./ Traigo dinero de sobra/ pa’ amanecerme en la peda./ Soy gallo de mucho gusto/ cuando agarro la parranda/ rodeado de hembras bonitas/ y mis cuates de la banda’ (La peda de Los Originales de San Juan). Es una vida atractiva, sobre todo para la gente que vive en la pobreza lo cual es el caso de casi la mitad de la población mexicana. Los riesgos que se corren son grandes, como también indican muchos corridos: ‘El negocio de las drogas/ te deja mucho dinero/ pero tarde que temprano/ vas a caer prisionero./ Esto si corres con suerte/ si no, vas al agujero’ (Jaime Gonzales de Los Tucanes); ‘Hoy que probé la riqueza/ ser pobre yo ya no quiero./ Seguiré vendiendo yerba/ en todito el mundo entero,/ no importa que pa’ lograrlo/ tengo que rifarme el cuero’ (El agricultor de Los Pumas). Morirse, sin embargo, no importa tanto ya que se ha vivido, mientras que durara, bien: ‘Y por si acaso me toca/ ya tuve vida de rey’ (El rey del cristal de Los Originales de San Juan); ‘Ni modo, soy traficante/ sé que me busca el gobierno/ ya me cansé de ser pobre/ y andar deseando lo ajeno/ más vale un rato de gloria / y no una vida de infierno’ (Por ser sinaloense de Los Tigres).
El mayor peligro, sin embargo, no viene de la ley sino de los traidores y competidores. Los dedos aparecen en muchos corridos: ‘Ya me dieron el pitazo/ que ya mataron al dedo/ pero antes de ajusticiarlo/ le achicharraron los dedos./ Eso que sirva de ejemplo/ para aquellos traicioneros’ (El dedo del Grupo Exterminador); ‘Cuántos son los que han caído/ porque les pusieron dedo./ Que se cuiden los cobardes/ que denunciaron al Güero./ Aunque se halle en prisión/ tiene afuera compañero’ (El plantón de Los Tigres). A la ley los narcos no le temen mucho: en general las autoridades de los corridos son corruptas: ‘pues a varios comandantes/ ya los tenían bien comprados’ (Los tres sinaloenses de Los Huracanes del Norte); ‘Era un cártel influyente/ porque sabía compartir/ entre policías y jueces/ nadie podía resistir./ Es mejor hacerse rico/ que arriesgarse a morir’ (El cártel del polvo de Marcos Puente). Y si no son corruptas, son cobardes: muchas veces los narcos caen preso o mueren en choques con la policía porque se ven enfrentados a fuerzas muy superiores: ‘”se bajan manos arriba’/ un sujeto ordenó./ Manuel al verse rodeado/ una gran arma sacó/ pero le llovieron balas/ y no la desactivó./ Le dieron setenta tiros/ tenían miedo que viviera/ sabían bien que el Cochiloco/ los hallaría dondequiera’ (El benefactor de Colima de Los Tucanes); ‘En Sonora los rodearon/ diez carros de federales’ (La camioneta gris de Los Tigres); ‘Por la espalda le tiraron/ fueron trescientos soldados/ los que el gatillo jalaron’ (Gerardo el Poderoso de Los Tucanes).
Mitificación de los narcos
Frente a la corrupción y la cobardía de las autoridades, destacan los valores que, según los narcocorridos de todas las fases, encarnan los narcos: valentía, machismo[xxviii], lealtad, inteligencia y generosidad. ‘Respeto’, ‘respetado’ y ‘respetar’ son términos que con frecuencia en las canciones se aplican a los traficantes: los ejemplos abundan: ‘Soy el jefe de jefes, señores/ me respetan a todos niveles’ (Jefe de jefes, sobre Amado Carrillo, de Los Tigres); y en Doble recompensa, una canción que refiere a los hermanos Arellano Félix, dicen Los Originales de San Juan: ‘Me place felicitarles/ a estos astutos hermanos/ que por sus habilidades/ son de lo más respetados’; en El benefactor de Colima, canción dedicada a Manuel Salcido el ‘Cochiloco’, cantan Los Tucanes: ‘Benefactor de Colima/ así lo nombró el estado/ porque a todos ayudaba./ Era un hombre respetado’; ‘Trasladaba al Güero Palma/ un respetable señor’ (El Güero Palma de Los Tucanes). Además, no son nada cobardes: ‘no rajarse’ es su eslogan, prefieren morir a rendirse: ‘Manejo el negocio fuerte,/ me gustan las emociones,/ yo no le temo a la muerte/ y menos a las prisiones,/ nunca me atengo a mi suerte/ me atengo a mis pantalones’ (El clavo de Los Originales de San Juan); ‘Traigo cerquita la muerte/ pero no me sé rajar,/ sé que me busca el gobierno/ hasta por debajo del mar’ (Mis tres animales de Los Tucanes). También las metáforas que los corridistas usan para caracterizarlos son muy positivas: son ‘gallos’, metáfora que más se usa, ‘leones’, ‘tigres’, ‘panteras’ y ‘águilas’. Su generosidad también se menciona mucho: ayudan a la gente pobre, a las comunidades de donde proceden y son muy generosos con los leales y los amigos: ‘Cómo lamentan la muerte/ de Manuel Salcido Uzeta/ el amigo de los pobres/ y el orgullo de la sierra’ (Ya mataron a Manuel de Pepe Cabrera). Además, como dice El agricultor de Los Pumas: ‘Y al país traigo divisas/ y empleos estoy generando’. Es gente que ha llegado a ser alguien, lo cual también causa admiración, igual que la vida llena de peligros que llevan, perseguidos por autoridades muy desprestigiadas y por los EEUU que entre los mexicanos tampoco gozan de mucha popularidad. Y amenazados por traidores y competidores. Todos estos valores y características vinculan a los narcos con los héroes de los tradicionales corridos, tanto los proto-épicos como los épicos: parecen los sucesores de esos héroes, también en el militante nacionalismo que, según muchos estudiosos, caracterizaría a los corridos. Esto se manifiesta en las canciones sobre todo en la actitud ante EEUU, sus rinches (rangers), aduaneros y agentes anti-narcóticos. Unos ejemplos: ‘Les preguntan por sus nombres/ y que si no eran mojados/ y para identificarse/ dos pistolas empuñaron./ El migra muy asustado/ le llamó a su compañero:/ “Estos hombres van armados,/ tú dices cómo le hacemos”./ Su compañero contesta:/ “Yo no me quiero morir./ Sabes que son mexicanos,/ vale más dejarlos ir”’ (Las 700 libras de Los Incomparables de Tijuana). También, en un plan de nacionalismo más local, se mencionan muchos estados como cuna de valientes, y sobre todo Sinaloa: ‘Trabajar contra el gobierno/ eso es muy sinaloense’ (Armando Soto de Los Tucanes); ‘Sinaloense cien por ciento/ de valentía comprobada’ (El Güero Palma de Los Tucanes); ‘Estado de Sinaloa/ quién no lo conoce bien/ donde los hombres se burlan/ de la muerte y de la ley’ (La ley del contrabandista de Los Incomparables de Tijuana).
Corrupción
La imagen que presentan los narcocorridos de la autoridades (sean policías, militares, jueces o políticos) es, a diferencia de lo que ocurrió en la primera fase, sumamente negativa y contrasta, por ende, fuertemente con el carácter heroico y respetado de los narcos de los corridos, sean históricos o ficticios. Casi sin excepción, las autoridades son corruptas: están compradas y si, por casualidad, logran confiscar una carga de drogas, en general se meten las ganancias en sus propios bolsillos, como cantan en La merma del traficante Los Pumas o Los Originales de San Juan en 100 Kilos de reina: ‘Fueron 100 kilos de reina/ los que esta vez me bajaron./ Como era grande la carga/ ellos no la reportaron./ Se repartieron los kilos/ y por muerto me dejaron’. En los choques con los traficantes los de la ley son, como vimos, cobardes y cuando hay igualdad de condiciones en general pierden la batalla: en los muchos corridos que relatan acciones de contrabando y choques entre los traficantes y las autoridades, salen, en general, triunfadores los narcos, gracias a su coraje, su astucia y sus armas, entre las que sobresale el ‘cuerno de chivo’ que se menciona casi amorosamente en muchos corridos: ‘que la fiesta va a empezar,/ al son de cuerno de chivo/ van a empezar a bailar’ (El cartel de Tijuana de Lupillo Rivera). Hasta hay corridos enteros dedicados a esta arma de fuego (AK-47 o M-16): El balido de mi ganado de Los Tucanes de Tijuana y Temible cuerno de chivo de Los Incomparables de Tijuana, mientras que en muchas canciones se escucha su ‘balido’. Pero todo esto queda justificado por la corrupción de las autoridades: por los valores que encarnan y por los anti-valores de sus contrincantes, los narcos son aceptados y admirados y a esto contribuye el hecho de que los mexicanos en general – y los corridos reflejan el sentir del pueblo mexicano, como han señalado muchos -, desconfían de todas las autoridades. Un corrido sobre los hermanos Arellano Félix, según los gobiernos y la prensa de México y EEUU los capos más violentos y sanguinarios de México y en cuya cabeza hay una recompensa de dos millones de dólares – figuran entre los diez criminales más buscados de la FBI – indica bien claramente cuán profundo es el abismo que mide entre la visión oficial de las autoridades y la del pueblo, que se expresa en los narcocorridos: ‘No quiero quemar a nadie/ sino todo lo contrario/ me place felicitarles/ a estos astutos hermanos/ que por sus habilidades/ son de lo más respetados./ Lo que hagan y cómo le hagan/ eso a mí no me interesa/ yo sólo sé que en la mafia/ siguen siendo la cabeza./ Para ellos, caiga quien caiga,/ sigue firme su grandeza./ En la frontera más grande/ es donde más han triunfado/ y me refiero a Tijuana/ en donde hay mucho pesado./ Y en los Estados Unidos/ es de ellos todo el mercado./ Ellos no son gatilleros,/ tampoco son asesinos/ pero si les buscas pleito/ seguro que te dan piso./ En un corrido no puedo/ dar nombres ni apelativos./ El éxito que han tenido/ no es ninguna coincidencia./ A pesar que han ofrecido/ millones por sus cabezas/ hasta el momento no ha habido/ quien querrá la recompensa’ (Doble recompensa de Los Originales de San Juan). Al cártel de Tijuana de los hermanos Arellano Félix pertenecen también los llamados narcojuniors, jóvenes de las clases media y alta de Tijuana y San Diego que se metieron en el narcotráfico, no por el dinero fácil y rápido, ni mucho menos para salir de la pobreza, sino por afán de aventura. Son elogiados en la canción Los narcojuniors de Los Tucanes que se refiere a este fenómeno reciente, otra muestra de la aceptación del narcotráfico en la sociedad mexicana, que condena la guerra contra la droga, por consiguiente, al fracaso. Pero, como ya se dijo arriba, esa guerra ya estaba perdida, gracias también a los narcocorridos que contribuyeron a su derrota, transgrediendo el discurso oficial, tanto de México como de EEUU.
Klaas Wellinga
31.8.2001
Bibliografía selecta
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El artículo originalmente se publicó en Aztlán: A Journal of Chicano Studies vol. 22 no. 1, Spring.
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Notas:
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[i] ‘Discurso de la senadora Yolanda Eugenia González Hernández al realizar una petición al Ejecutivo Federal’. Internet: http://pri.senado.gob.mx/csocial/Discursos/2001/marzo/22mar01ygh.html
[ii] Jorge Avilés Randolph: ‘Por la palabra libre’. Internet: http://www.elsoldemexico.com.mx/ elsoldemexico/010630/opinion/4OPINION.asp
[iii] Helena Simonett: ‘Narcocorridos: An Emerging Micromusic of Nuevo L.A.’. En: Ethnomusicology. Journal of the Society for Ethnomusicology, vol. 45, no. 2, Spring/Summer 2001, pp. 315-338.
[iv] Gustavo Castillo García: ‘Tigres del Norte: en varios estados no quieren que toquemos temas fuertes’. En: La Jornada, 11-1-1999.
[v] David Wondrich: ‘Gangsta Polkas’. En: The Village Voice, January 24-30, 2001.
[vi] La canción refiere claramente a la muy publicitada oferta de Amado Carrillo, aunque los reyes del cristal (metamfetamina) eran los hermanos Amezcúa.
[vii] ‘Un informe de la policía suiza prueba el vínculo de Raúl Salinas con el tráfico de drogas’. En: El País, 20-9-1998.
[viii] Agustín Ambriz: ‘México debe legalizar y controlar el narcotráfico en vez de aplicar medidas hipócritas que sirven a EU: López Betancourt’. En: Proceso, 5-10-1997.
[ix] Terrence E. Poppa: Drug Lord. The Life and Death of a Mexican Kingpin. Demand Publications, Seattle, 1998, pp. 44-45.
[x] El corrido mexicano. Antología, introducción y notas de Vicente T. Mendoza. Fondo de Cultura Económica, México, 1954, p. XVI.
[xi] Guillermo Hernández: ‘What Is a Corrido? Thematic Representation and Narrative Discourse’. En: Studies in Latin American Popular Culture, no.18, 1999, pp. 69-92. La cita es de p. 69.
[xii] Op. cit. p. XXXVII.
[xiii] María Herrera-Sobek: ‘The Theme of Drug Smuggling in the Mexican Corrido’. En: Revista Chicano-Riqueña, vol 7, no. 4, 1979, pp. 49-61.
[xiv] Op. cit.
[xv] Por supuesto, no todas estas canciones son narcocorridos, ni mucho menos. También las hay de amor, sobre los chicanos e ilegales, y otra categoría muy interesante que en los últimos años ha tenido un desarrollo muy fuerte, los llamados policorridos, canciones sobre la política mexicana, fundamentalmente sobre la corrupción. Ejemplos de este tipo de corridos son El circo, El sucesor y El prisionero. Otros conjuntos también los cantan, como por ejemplo Los Pumas con Perros de azotea y Quiénes son los culpables.
[xvi] Los grupos y cantantes son: Los Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana, Lupillo Rivera, Los Pumas del Norte, Los Incomparables de Tijuana, Los Huracanes del Norte, Grupo Exterminador, Los Traileros del Norte, Chalino Sánchez, Los Broncos de Reynoso, Los Originales de San Juan y Banda El Recodo.
[xvii] Op. cit. p. 315.
[xviii] Ibid. pp. 325-326.
[xix] Citado en: Sandra Dribble: ‘Tijuana Band Has Fans Hooked on Drug-War Ballads’. En: The Worker, 30-3-1998.
[xx] Citado en: María Rivera: ‘Sinaloa: el ‘orgullo’ de ser narco’. En: La Jornada, 4-1-1998.
[xxi] Citado en: Francisco Ortiz Pardo y Carlos Puig: ‘El narco mexicano: la sangrienta guerra entre cárteles, el asesinato de Posadas, la colusión de policías, la compra de autoridades. En ocho horas de interrogatorio, Alejandro Hodoyán abrió las cortinas del mundo de los capos’. En: Proceso, 3-8-1997. En ‘La cocaína en el corrido’, Luis Astorga relativiza este testimonio, comentando con ironía: ‘Lo menos que puede decirse del declarante es que la lectura, incluso de los periódicos, no es su fuerte […]. Si bien esos corridos pueden desempeñar el papel de códigos de orientación ética para los que desean incorporarse a ese mundo, quienes entran pueden encontrarse con la sorpresa de que hay un desfase entre los códigos y la velocidad con la que las modificaciones se registran en los corridos. Muchos no viven lo suficiente para darse cuenta de ello’ (Revista Mexicana de Sociología, vol. 62, no. 2, abril-junio 2000, pp. 151-173).
[xxii] Citado en: Anne-Marie O’Connor: ‘Traditional Ballads in a New Key’. En: LATimes, 3-1-1997.
[xxiii] Aparecen del 24 al 26 de enero de 2001 y se titulan, respectivamente: ‘Chalino Sánchez, compositor y clásico del corrido mexicano’, ‘Los mitológicos seres del corrido’ y ‘Tres momentos del corrido’.
[xxiv] Robert Collier: ‘Drugs Muscle into Mexican Music Mix’. En: San Francisco Chronicle, 18-10-1997.
[xxv] Sam Dillon: ‘San Luis Potosi Journal: Mexico’s Troubadours Turn From Amor to Drugs’. En: New York Times, 19-2-1999. Los mexicanos, en general, son mucho más lacónicos sobre el narcotráfico y sus corridos. Además, señalan que es bastante hipócrita la actitud de la prensa norteamericana, porque en su propio país tienen gangsta-rap y una larga tradición de celebración del uso de drogas en la música popular.
[xxvi] Citado en: Sandra Dribble, op. cit.
[xxvii] Este artículo también se puede bajar de internet: http://132.248.82.108/rms/rms200/astorga.html. Otra buena fuente de letras de canciones en internet es ‘El narcocorrido y sus claves’ de Avelino Gómez Guzmán: wysiwyg://213/http://personales.com/mexico/colima/ estafauna. También en el ya citado libro de Luis Astorga, Mitología del ‘narcotraficante’ en México, se encuentran textos de canciones. Una pena es que la mayoría de los CD no incluya las letras de las canciones por lo cual a veces, por problemas de entendimiento, es difícil transcribir correctamente la letra. Buen site para bajar canciones – entre ellas muchos narcocorridos – se encuentra en: http://web.mit.edu/aaelenes/www/musica/mp3.html
[xxviii] Se manifiesta sobre todo en la actitud ante las mujeres que en los narcocorridos en general son tratadas como objetos, como el ‘botín’ que consigue el traficante gracias a su éxito. Hay, sin embargo, algunos narcocorridos en que también hay mujeres traficantes: También las mujeres pueden, Socias de la mafia y Contrabando y traición de Los Tigres, La jefa, Pollitas de cuenta y Las monjitas del Grupo Exterminador, La dama de rojo de Los Huracanes del Norte, La rubia y la morena de Fiden Astor. Son, no obstante, escasos: predomina la imagen de la mujer-objeto.
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Fuente: http://www.let.uu.nl/~Klaas.Wellinga/personal/cantando_a_los_traficantes.htm