La sangre de Cristo es de tipo AB. dicen forenses

Publicado en Artículos de Interés

La sangre de Cristo es de tipo AB. dicen forenses

Es realmente sangre.

Ante todo los técnicos del STURP, Samuel Pellicori, Alan Adler, profesor de química en el Western Connecticut Institute, y John Heller, biofísico y profesor en el New England Institute, constataron en sus análisis que las manchas de sangre contenían restos de hemoglobina (un cristal que podía ser una forma de hemoglobina alterada por el tiempo), materia colorante de la sangre y restos de proteína, existente en el suero. También se han encontrado porfirina, proteínas y albúmina, otros de los componentes de la sangre. Ya indicamos, además, que las radiografías revelaron la presencia de hierro, en las manchas de sangre, en la proporción propia de la hematina contenida en ella.

Para mayor seguridad, los miembros del STURP presentaron unos fragmentos de hilo, arrancados de una de las manchas de sangre de la Síndone, al analista Samuel Adler, que no formaba parte del STURP, pero sin decirle de dónde procedía dicho hilo. Adler estaba muy lejos de sospechar su origen. Pensó que se trataba de un caso difícil de medicina legal. Como él mismo expuso en el Simposio de New London, Adler sometió la muestra a 12 tests entre ellos la prueba de la albúmina, la de los pigmentos biliares, la de las proteínas, el test hemocromógeno y el fundamental de la fluorescencia de Heller. Todos los resultados coincidieron en confirmar la presencia de sangre en la Síndone. Y por si alguno de los asistentes no le hubiera oído bien, deletreó la palabra blood (sangre). "Es tan cierto, concluyó, que hay sangre en la Síndone como en nuestras venas" (Crónica del Simposio, de Maria-Grazzia Cucco, en Famiglia Cristiana. 8 nov. 1981, pág. 37).

También el Dr. Baima Bollone, del equipo italiano de investigadores, se dio con fervor a descifrar el problema que nos ocupa. He aquí las conclusiones a que ha llegado (Sindon, n. 30, p. 34).

"La búsqueda de la hematoporfirina con el método de Dotzauer y de Keding ha resultado positiva."

"La preparación de los cristales de hemina o de clorhidrato ácido de hematina (de Teichman) ha resultado positiva."

"Conclusión: el primer ciclo de indagaciones sobre hilos sacados por mi de la Síndone la noche del 9 de octubre de 1978 consiente afirmar que... la composición inorgánica de las manchas de sangre corresponde a la de manchas experimentales obtenidas con sangre, áloe y saponina."

"La investigación de hematología forense demuestra la efectiva presencia de sangre" en la Síndone."

Nada, por tanto, de un colorante, ni de una corrosión producida por ácido sulfúrico, que nos han propuesto Clément y Pesche.

Más adelante (Sindon, 30, pp. 55-56) añade Baima Bollone: "No han sido resueltos en cambio tan satisfactoriamente los problemas del diagnóstico cronológico. Se puede más bien decir que la datación de estas manchas de sangre, a pesar del interés de los investigadores, no ha encontrado hasta ahora solución..." "Sólo después de haber obtenido datos y pistas precisas será posible afrontar el problema de la datación de la sangre presente sobre la Síndone."

Es sangre humana del grupo AB


No se paró aquí el ilustre profesor de medicina legal en el ateneo de Turín. Siguió adelante con más entusiasmo en sus investigaciones para dilucidar si se trataba de sangre humana y ver si podía incluso llegar a determinar el grupo sanguíneo a que pertenece. "Mediante el empleo de anticuerpos fluorescentes, dice, hemos logrado averiguar que se trata de sangre humana." (Baima Bollone, Jorio y Massaro, 1981, Sindon n. 31, p. 5. También en La Síndone, Scienza e Fede, Bolonia, 1981, p. 175). .

Luego expone el método seguido para concluir: "Por las razones indicadas estamos en condiciones de concluir que las trazas de sangre de la Síndone, examinadas por nosotros, pertenecen al grupo AB". (Sindon, n. 31, p. 8).

Últimamente los doctores Baima Bollone, Gaglio, Gillo y Zanin han estudiado los antígenos eritrocíticos M, N y S de la sangre de la Síndone, y han encontrado un gran parecido en los contenidos en la sangre de los hebreos yemeníes actuales, que representan un núcleo étnico mantenido inmune de contaminaciones genéticas por su aislamiento. (Sindon, nº 34, 1985, p. 9). Esto reforzaría la suposición de que el H. de la S. era un hebreo.

¿Cómo se imprimió en la tela?


¿Cómo se imprimieron, pues, en la tela esas manchas de sangre? Si se tratara de sangre fresca, ésta hubiera empapado el tejido, penetrando por capilaridad en sus hilos. Y ya hemos consignado que las manchas son superficiales, no empapan los hilos. Ha de tratarse, pues, de sangre seca.

Efectivamente, hemos de suponer que el Hombre de la Síndone estuvo pendiente del patíbulo durante varias horas, expuesto tal vez, a los rayos del sol y al aire. Además, si se tratara de Jesucristo, tuvo esto lugar en un clima extremadamente seco, cual es el de Jerusalén en el mes de abril. La sangre, por consiguiente, de las varias hemorragias padecidas, una vez coagulada, debió sufrir un proceso de secado total.

Perdido, pues, todo el contenido de agua y humedad, aquella sangre no podía en modo alguno mojar la Síndone, ni dejar en ella señal o rastro alguno.

"No podía separarse de las heridas, de los cabellos, de los pelos y del vello de todo el cuerpo" (Cfr. Dr. Giuseppe Caselli, Osservazioni. p. 108).

Al ponerse en contacto la sangre con el aire ambiente se coagula y se seca. Sus glóbulos rojos quedan como aprisionados entre las mallas de la fibrina coagulada formando como un cartón de sangre.

Pero la fibrina es soluble en los álcalis. Por tanto la humedad amoniacal producida por la deshidratación del cadáver, de que hemos hablado anteriormente, iría penetrando lentamente los diversos coágulos secos o cartones de sangre que lo cubrían, reblandeciendo la fibrina coagulada hasta disolverla. Es lo que se llama fibrinolisis.

Escribe el Dr. Barbet: "Es posible que coágulos, más o menos secos, hayan podido, en atmósfera húmeda, reblandecerse de nuevo. Lo suficiente para formar, sin licuefacción de la fibrina, una especie de pasta más o menos blanda. Así transformados, pueden perfectamente estar en condiciones de impregnar incluso la tela puesta en contacto con ellos y de determinar en ella aquellos calcos de margen tan nítido, que reproducen la forma de los mismos. Estos calcos tienen una coloración tanto más intensa cuanto más considerable es el espesor del coágulo". (Cit. por Ricci en La Sindone S... p. 232).

Recientes descubrimientos sobre la licuefacción de coágulos de sangre en determinadas condiciones pueden mayormente iluminar este problema. Escribe el Dr. Back: "El fenómeno fibrinolítico, en suje tos que han sido sometidos a stress violento, está ahora bien documentado. Los coágulos formados sobre la piel "ante mortem" pueden fácilmente dar lugar al proceso de fibrinolisis "post mortem" debido a la acción de las fibrinolisinas de los tejidos o a acción bacteriana. Los coágulos disueltos por la fibrinolisis pueden ser absorbidos por una tela, y se puede proceder a experimentos para determinar su forma". (Comunicación privada al Dr. Willis, 27 diciembre 1968, aducida por Mns. Ricci en La Sindone S. p. 232).

Las manchas de sangre, pues, que existen en la Santa Sábana son calcos perfectos de la sangre coagulada existente sobre la piel del cadáver crucificado, como indicara el Dr. Barbet. Sólo la mancha de los talones se debe a impregnación de sangre todavía fresca, como declararemos en su lugar. El calcado explicaría porqué la sangre no penetró los hilos y en cambio se escurrió entre hilo e hilo hasta traspasar la tela. No era del todo líquida.

Una observación importante. Asegura el Dr. Vignon, después de haberlo comprobado varias veces en sus experimentos: "Cuando la fibrina está a medio disolver, ni antes ni después, es cuando se consigue un buen calco" (Le Saint Suaire de Turín, p. 23). En otras palabras: el proceso fibrinolítico tiene su ritmo temporal. Antes de que la fibrina esté suficientemente disuelta, o no se produce calco alguno o muy débil; si la fibrina está ya demasiado disuelta o licuada, se comporta casi como sangre líquida y las manchas de sangre que deja sobre la tela son informes.

"Llegada a este estado de reblandecimiento, añade por su cuenta el Dr. Barbet, la sangre se licua rápidamente; con lo cual, si el contacto con la tela no cesa, la sangre se extiende por ella casi como si fuera fresca y sus contornos se vuelven borrosos e imprecisos."

"Dada, pues, la precisión de las coladas sanguíneas visibles sobre el lienzo, termina M. Legrand, ha sido preciso -y aquí radica el meollo del problema- que el contacto del lienzo con el cuerpo cesase en el momento en que la sangre, llegada a un estado viscoso -de una densidad comparable a la gelatina de grosella-, estuviera suficientemente relicuada para que pudiera calcarse sobre la tela; pero no tanto que se extendiera por ella". (Le Linceul... p. 190).

Esto nos sitúa ante otro enigma. Siendo los calcos de la Síndone tan perfectos, señal que el proceso fibrinolítico había llegado a su pleno desarrollo; pero no se prolongó más allá de lo necesario. Es decir, que el proceso fibrinolítico fue interrumpido bruscamente; o sea que la sábana fue separada del cadáver pocas horas después de enterrado. ¿Por qué?

Y más intrigante todavía: ¿cómo pudo ser separada una tela de casi 5 metros de longitud por 1,10 de anchura de un cadáver ensangrentado, envuelto por ella, en pleno proceso fibrinolitico, es decir, con la sangre reblandecida y apta para el calcado, sin que quedara señal alguna del despegue en esos mismos calcos?

El Dr. Langton Fox (The Holy Shroud, p. 23) dice: "Siempre resulta prácticamente imposible separar o despegar un sólo coágulo de sangre de un lienzo sin estropear la impresión dejada en él por la sangre". Aunque, no se necesita ser médico ni enfermero para comprender que, si se arranca una tela pegada a una herida con sangre reblandecida, deja chafarrinadas sus huellas, por más cuidado que se ponga en la operación.

Aquí en cambio, en la Síndone, los calcos de sangre son nítidos, con perfiles bien definidos, de formas diversas y extendidos por gran parte del cuerpo.

El biólogo Vignon, en sus experimentos para conseguir calcos de sangre coagulada, nunca tan perfectos como los que presenta la Sta. Sábana, jamás consiguió separar la tela sin estropear en algo la huella de la sangre calcada en ella. ¡Y él operaba bajo excelentes condiciones de laboratorio, con pequeñas cantidades de sangre y con lienzos pequeños! Por esto estaba él convencido de que ningún agente humano habría podido separar la Sábana sin desfigurar la extrema precisión de los reguerillos de sangre que aparecen en la frente, en la muñeca izquierda, en los antebrazos y sobre todo el gran manchón de sangre del costado derecho en el que los reguerillos se entrecruzan y separan a semejanza de un encaje.

Además, la Síndone nos dice que la muerte había empezado a hacer su obra en el cadáver. Unas gotitas líquidas habían comenzado a rezumar sobre la frente, en el occipio, en los omoplatos... aunque dejan intactas las improntas, que la putrefacción habría anulado. "La carne de este muerto no se había en absoluto corrompido cuando dejó sus huellas en la Síndone, asegura Vignon (Le Suaire... p. 5). El cadáver no había entrado todavía en descomposición".

¡¡Es sangre humana del tipo AB!!
Por Manuel Solé.
(Tomado de su libro "La Sábana Santa de Turín")
Escrito por Por Manuel Solé.   
jueves, 08 de febrero de 2007

FACEBOOCK