Insectos forenses: testigos de excepción de un crimen
Forman parte de lo más repulsivo de la iconografía 'gore', pero a cambio son unos forenses muy precisos. La fauna cadavérica, los insectos que colonizan un cuerpo en descomposición, son los primeros en llegar a la escena de un crimen y ello les convierte en testigos de excepción para la Policía.
EFE Determinar la causa y el momento de la muerte es el principal objetivo de la medicina forense, aunque las técnicas habituales encuentran serias dificultades a partir de las 72 horas del deceso.
Tal y como ha explicado a Efe la bióloga del laboratorio de Entomología Forense de la Policía Nacional Ana García Rojo, hay cadáveres que tardan meses en ser descubiertos y, en estos casos, el estudio de los insectos que se han alimentado del cuerpo es, en muchas ocasiones, el único método fiable para calcular el intervalo postmortem.
Los insectos, y en particular algunas especies de moscas, acuden de inmediato a los cadáveres, incluso antes de que el difunto haya expirado y por muy escondido que se encuentre.
Las hembras depositan sus huevos en las mucosas o en las heridas abiertas y las larvas comienzan su ciclo vital hasta convertirse en adultos.
Sucesivas oleadas de insectos visitan el cadáver en función de sus apetencias necrófagas.
Los primeros en llegar son los dípteros y los últimos en aparecer algunos coleópteros y los ácaros que se encargan de hacer desaparecer el pelo y las ropas del difunto.
Cada una de estas especies necrófilas acuden a los cuerpos de forma predecible y con una pauta perfectamente determinada que permite a los investigadores precisar, con cierta exactitud, el momento de la muerte.
Hasta los cadáveres llegan también otros artrópodos oportunistas, que se alimentan no sólo del cuerpo en descomposición, sino de los propios insectos que han colonizado el cadáver, lo que afina aún más el estudio de los entomólogos.
La pauta de desarrollo de los insectos cambia radicalmente según la temperatura, la humedad y el lugar en el que ha quedado expuesto el cuerpo del fallecido.
Por eso, los investigadores colocan termómetros en el lugar del hallazgo y comparan los datos recogidos con los facilitados por la estación de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) más cercana.
En palabras del biólogo de la Policía Mariano González, se trata de determinar de la forma más precisa posible las condiciones sufridas por el cadáver para calcular el grado de desarrollo del "ecosistema" asociado y de ahí el intervalo postmortem.
Pero el estudio de la fauna cadavérica no sólo puede ayudar a fijar el momento del deceso. También puede, a falta de restos cadavéricos suficientes, arrojar luz sobre las causas y las circunstancias de la muerte.
Los investigadores analizan los insectos que se han alimentado del cuerpo a la búsqueda de drogas, venenos o restos de pólvora.
Se estudian también los animales recogidos bajo el cadáver, para descartar la posibilidad de que éste haya sido trasladado de lugar.
También se examinan los estómagos de las larvas a la búsqueda de restos de ADN del fallecido.
Una técnica que ha servido, en algún caso, para identificar un cadáver que fue escondido meses después de la muerte y del que la Policía sólo encontró en el escenario del crimen vestigios de la fauna cadavérica.
A día de hoy, el mayor problema con el que se enfrentan los investigadores es la diversidad de la fauna y la escasez de una bibliografía específica del ecosistema autóctono.
El laboratorio de Entomología Forense de la Comisaría General de Policía Científica se creó en 2000 y desde entonces analiza una treintena de casos al año.
Un número demasiado limitado para poder disponer de una base de datos lo suficientemente amplia y fiable, a pesar de la colaboración de universidades como la de Alcalá de Henares.
En Estados Unidos, donde la entomología forense cuenta con más tradición, la Universidad de Tennessee ha creado la llamada "granja de cuerpos", una finca donde decenas de cadáveres humanos donados para la ciencia son objeto de estudio en su proceso de descomposición.
Como en la serie de televisión "CSI", los forenses sitúan los cuerpos en todas las situaciones imaginables: al aire libre, enterrados, en ataúdes, sumergidos, o escondidos entre la vegetación o en el maletero de un coche.
En España no se ha llegado a tanto, aunque la sección de Antropología de la Policía Científica ha experimentado ya con cadáveres de cerdos para estudiar minuto a minuto el proceso, ya sea al aire libre o en estancias cerradas.
Los biólogos de la Policía también crían ejemplares inmaduros de fauna cadavérica recogida en sus investigaciones para ampliar el catálogo de especies identificadas y de interés para la entomología forense en España.
Fuente:
http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2009031400_44_566328__Ciencia-y-Salud-Insectos-forenses-testigos-excepcion-crimen
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