Ejército delincuencial de reserva

Publicado en Criminología

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De acuerdo con las proyecciones demográficas del Consejo Nacional de Población (Conapo), entre 2011 y 2020 un total de 20.4 millones de mexicanos cumplirán 18 años. El año en que más jóvenes llegan a la edad adulta es 2011, con dos millones 73 mil, y para 2020 lo harán un millón 975 mil personas, de tal suerte que hay una ligera reducción de 4.7% en las cohortes que cada año cumplen la edad de ciudadanía, lo que se explica por el descenso de la natalidad.

 

Los jóvenes que podrán reclamar por primera vez su credencial para votar en esta década tienen actualmente entre nueve y 18 años; los menores están cursando el tercer grado de primaria, y los más grandes están en edad de culminar el bachillerato. Todos ellos, en teoría, son parte del llamado “bono demográfico”, de esa oportunidad única que significa tener una baja tasa de dependencia poblacional, esto es, de que contemos con una alta proporción de mexicanos en edad productiva respecto a la población que hay que mantener.

 

Sin embargo el “bono”, para ser tal, tiene que ejercerse: debemos incorporar productivamente a los millones de jóvenes con que cuenta el país al empleo y antes a la educación.

 

Los datos de permanencia en la educación básica, de acceso y conclusión de estudios en el nivel medio superior, así como los que se refieren a la incorporación al empleo muestran, no obstante, niveles de exclusión temprana que pueden volverse marginación de por vida y, por supuesto, el desperdicio de la oportunidad excepcional de generación de riqueza que, por una vez, la dinámica demográfica nos brindó.

 

En materia de educación, a partir de los datos que ofrece el Quinto Informe de Gobierno del presidente Calderón (p. 48 del anexo estadístico), se pueden hacer estimaciones gruesas acerca de cuántos de los jóvenes que están cumpliendo 18 años esta década, los 20.2 millones, van a culminar el bachillerato. En la educación primaria se puede hablar de cobertura prácticamente universal, con una eficiencia terminal del 95%.* La secundaria, por su parte, tiene una absorción de 96.5% (egresados de primaria que continúan al siguiente nivel), y su eficiencia terminal es de 82.9%. Así, de 100 niños que empezaron la primaria, culminan la secundaria nueve años después sólo 79 (78.75), por lo que el 21% de los alumnos estará rezagado o habrá abandonado su escolaridad básica.

 

La educación media superior tiene una absorción de 87% y una eficiencia terminal de 63.6 (que surge de estimar la eficiencia tanto en bachillerato como en profesional técnico).

De los 79 alumnos que terminaron la secundaria, van a acceder a la educación media superior 69 (68.5) y la van a concluir 44 (43.6). En suma, de cada 100 alumnos que inician la primaria tendremos que, 12 años después, sólo 44 concluyen el bachillerato. En cambio, 56 de cada 100 llegan a la edad adulta habiendo abandonado la escuela. Más de la mitad de los jóvenes de esta segunda década del siglo XXI no serán siquiera rechazados de la educación superior, pues no contarán con el certificado escolar requerido para llamar a las puertas de alguna universidad.

 

En términos absolutos, habrá 11.5 millones de nuevos ciudadanos en este decenio que no habrán concluido su bachillerato. El dato es crítico: diversos estudios de las Naciones Unidas demuestran que, al menos, hay que contar con 12 años de escolaridad para no caer en una situación de pobreza. Así que la mayoría de nuestros jóvenes actuales habrán perdido buena parte de sus oportunidades de incorporación productiva y de generación de un ingreso suficiente para toda su vida por el abandono temprano de la escuela. Baste decir que países como Chile o Brasil consiguen que el 75% de sus jóvenes cursen la educación media superior.

 

En lo que hace al empleo, a partir de las cifras que brinda la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, se puede saber que la tasa de participación económica de los jóvenes de entre 14 y 19 años de edad es del 30% y de 66% para los que tienen entre 20 y 29 años. Es decir, dos de cada tres jóvenes adultos desean trabajar. De mantenerse esa tasa de actividad, tendríamos unos 13.5 millones de personas jóvenes en esta década queriendo encontrar una ocupación, que serán adicionales a las que ya se encuentran en el mercado de trabajo.

 

Entre 2001 y 2010, una década en que la economía mexicana creció de manera errática —con años de crecimiento del 6% como 2006, y de caídas abruptas de más del 7% del PIB como en 2009—, pero en el que el entorno internacional fue más favorable que el que se espera para el decenio en curso, nuestro país generó sólo 2.2 millones de ocupaciones formales, entendidas como nuevos trabajadores afiliados al Seguro Social. De seguir el bajo crecimiento económico —inferior al 3% en promedio— y, por consiguiente, la baja creación de empleo formal, tendremos a más de 10 millones de mexicanos jóvenes buscando trabajo sin encontrarlo.

 

A los mexicanos que les tocará llegar a la edad de aportar ingresos a sus hogares en estos años les espera un horizonte dominado por la informalidad y la precariedad laboral. Jóvenes que, además, en su mayoría, no contarán con educación media superior.

 

La economía mexicana y el sistema educativo nacional no están siendo capaces de absorber lo que un día se entendió como bono demográfico. Carlos Marx se refirió al excedente de mano de obra en las sociedades capitalistas como un “ejército industrial de reserva”. En estos años en que México se encuentra convulsionado por la violencia, la exclusión masiva y temprana de los jóvenes de la escuela y el empleo ha configurado un vasto “ejército delincuencial de reserva”.

 

Ante este panorama, no pueden ser pospuestas las acciones para retener en el sistema educativo a la mayoría de jóvenes que no completan al menos 12 años de educación formal. Y México debe reactivar su crecimiento a tasas cercanas al 7% anual para que haya opciones productivas de inserción laboral de los jóvenes a actividades económicas legítimas. Es una tarea para esta década; la próxima será demasiado tarde.

 

Ciro Murayama. Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. Entre sus libros: La economía política de la educación superior en México, ANUIES, 2009.

 

* Para los cálculos se toman en cuenta los datos del ciclo escolar 2010-2011. Por supuesto, puede haber variaciones en los indicadores a través del tiempo, pero para fines de exposición de los escenarios a que nos enfrentaremos puede ser útil atender al sentido general de las cifras.

 

Fuente original

 

http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102500&Type=2

 

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